Llenó el depósito de gasolina, respiró hondo, y arrancó el coche, rumbo a Valencia. Regresaba a ese mágico lugar, aunque esta vez todo era diferente, no sería un fantástico fin de semana de vinos por la ruta Utiel-Requena, riéndose y olvidándose de que existe el mundo, con sus amigas. NO, este fin de semana intentaría recomponer su corazón. Había quedado en Requena con Jaime. Unos días antes, había recibido una llamada suya, tenía algo que decirla. No había sabido nada de él desde que decidieron darse un tiempo. ¿Qué querría decirla? ¿Que volviesen juntos? Uf lo deseaba, después de todo, ella seguía locamente enamorada de él, Jaime era el amor de su vida, lo supo al instante de verle. Lo conoció en la casa rural Balcones de Oleana en uno de esos locos fin de semana con sus amigas, Jaime se encontraba alojado allí, celebrando la despedida de soltero de un amigo. Nunca olvidaría sus largas charlas en el patio de la casa. ¿Qué habría reservado, habitaciones individuales o una conjunta? la verdad es que no la importaba mucho, la casa era tan acogedora que no la importaba dormir sola y habían estado tantas veces allí, que Laura su propietaria, era como una amiga para ella.
Tras salir de la autopista paró el coche, quedaban cinco kilómetros para llegar, los nervios la estaban traicionando, necesitaba tomar aire y respirar hondo, había que aprovechar, este aire tan puro no se respira todos los días en Madrid. Recargó fuerzas, se tranquilizó un poco, y arrancó rumbo a su destino. Estaba inquieta, pero sabía que estar rodeada de viñas le daría la fuerza que necesitaba. Lo llevaba en la sangre, había nacido y vivido durante diez años rodeada de cepas. Eran su gran aliado.
Llegó a su destino, eran las nueve y cinco, habían quedado a las nueve, llegar con el tiempo justo la ayudaría a no darle vueltas a la cabeza. Habían quedado en el Mesón del Vino, tomarían un vino y después cenarían algo, aunque no sabía si sería capaz de comer algo, sentía un agujero muy grande en el estomago.
Aparcó y vio a Jaime, esperándola en la puerta, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, los nervios pesaban sobre ella, debía serenarse, que él no notase que estaba nerviosa. Entraron dentro, se sentaron en una pequeña mesa, y pidieron un vino en copa grande. Él le preguntó que tal el viaje, a lo que respondió que tranquilo, no era uno de esos fines de semana de largas caravanas. Durante cinco minutos intercambiaron frases sin sentido, de compromiso, evitando lo que verdaderamente tenían que hablar, ¿Cómo estás?, ¿Qué tal la familia? ¿Qué tal este tiempo? Bla, bla, bla. De repente Jaime la tomo la mano, la miró fijamente a los ojos y le dijo “Te quiero y este tiempo me ha servido para descubrir que no puedo vivir sin ti, ¿Quieres casarte conmigo?”. Escuchó sus palabras mágicas, las palabras que toda su vida había soñado oír, saliendo de los labios del hombre de su vida, respiró hondo, sus nervios se habían disipado, y pronunció SI quiero.
Mercedes Valiente Rives, Leganes (Madrid)
No hay comentarios:
Publicar un comentario