lunes, 3 de mayo de 2010

EL MEJOR

Hace fresco, pero me gusta pasear por el campo al amanecer.

Al salir de casa, mi perro ya está esperándome para acompañarme.

Salimos por el camino de la vereda. Poco a poco, el pueblo se va quedando atrás.

A cada lado del camino, las viñas. Toda una llanura verde en la que, con los primeros rayos de sol, brillan como diamantes las gotas de rocío sobre las pámpanas y las uvas.

De pronto, agazapada debajo de una cepa, salta zigzagueando una liebre. Mi perro la persigue, pero yo no quiero que la mate y le grito: "¡Lucero, vuelve!". Se detiene un instante y sigue tras la liebre, pero ésta ya le ha sacado delantera, salta una linde y se escabulle.

Mi perro regresa triste sin la caza que quería ofrecerme. Yo le acaricio y seguimos caminando.

Creo que este año la cosecha va a ser excelente. Corto un racimo y muerdo las uvas. Están deliciosas. Le doy a Lucero que también le gustan.

Estos últimos meses, hemos tenido reuniones para apoyar la Denominación de Origen. Para lograrlo, creo que lo primero es que la uva sea buena, de óptima maduración. Y después, la bodega tiene un gran trabajo para la elaboración. Así y todo, creo que nunca beberé ningún vino como el que preparaban mi abuelo y mi bisabuelo en el Jaraiz, pisando ellos mismos las uvas.

Pero el recuerdo de aquel vino está presente en mi paladar y, así, cuando me ofrezcan las catas iré probando hasta encontrar el de mi recuerdo, el mejor.

 

Josefina Sierra Fernández, Valencia

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