domingo, 3 de mayo de 2009

Relatos presentados al I Concurso "Días de Vino en Balcones de Oleana"

1. Días de vino
Días de amor y vino, embrujo uniendo distancias y separando alboradasAbrazados, en ese brindis y suspendidos en el tiempo. En alto las copas de rojo bácara, saboreando ambos, el dulce néctar.Ingrávidos invisibles, girando sensaciones a través de esa esencia inmortal, suicida, religiosa , pagana, viviendo sensaciones en brazos del deseoDespués, la madrugada, la brisa moviendo las cortinas y suave rayo de luna saboreaba las uúltimas gotas de vino, de esa botella olvidada en el tibio hueco, donde hora antes descansaba tu cuerpo.



2. UN DESEO LLAMADO VINO
De tan poca tierra
de áspero suelo,
de toscos aromas le llaman viñedos,
de baja estatura,
de ramas enredadas, de podas atroces,
Como puja la sabia: recorre internos senderos,
¡tan pequeño el pámpano, tan grande su hoja!.
Tanta espera acongoja,
el ebrio toma su aroma,
el sobrio busca su toma.
Está el que corta, está el que junta.
En el incómodo trabajo,
macerando, pasa tiempo,
separan el hollejo de la semilla.
Un humo que reflecta
calor ,humedad,
llegar al tonel y mil vueltas que faltan,
pasan los días todos juntos,
pero al fin vamos,
Que suerte veo mi botella
Tan límpida tan gótica
Ya no estoy solo
está en mi habitáculo,
despierto de ansiedad
Y me dice –tengo un alto valor, soy fiesta del corazón,
soy encuentro de dos y también despedida soy-.





3. Sobre el vino y otras delicias
Mi primer recuerdo del vino se remonta a mis años más jóvenes, cinco o seis nada más tendría cuando saboreé mi primera copa. Y no recuerdo más.
Poco tiempo después, aprendí dónde se guardaba el vino joven y visitaba cada vez con más asiduidad la orza que mezclaba bobal y tempranillo, aunque eso lo aprendería después. Me acercaba sigilosamente primero, más tarde sin tanto comedimiento, con medio cuartillo de madera, y pronto me hice una experta en distinguir un vino de licor, dulce y amistelado, de uno blanco, fresco y afrutado, o el más corpóreo tinto, que dejaba los labios de un tono purpúreo muy a tono con el color de boca deseado en una dama.
Sin embargo, las féminas supuestamente no habíamos de apreciar más que el ligero rubor carmesí que subía a nuestras mejillas con un sorbo. Debíamos mostrarnos obedientes, humildes…, y sobrias; evitar cualquier sospecha de aligeramiento moral. Además, no teníamos motivo para reconfortarnos con una copa, antiséptico y alimento energético, reservada para los nobles o para quienes debían realizar un trabajo duro, fueran cristianos viejos o mudéjares.
Hete aquí que yo, una dulce dama de piel blanquecina, gustaba del vino. Gozaba apurando la copa, me regodeaba en el olor que desprendía, recordaba esos nombres con tonalidad musical: Merseguera, Garnacha, Forcayat… Sí, he de confesarlo. Sentía un placer inusitado por paladear diferentes vinos de mi tierra, fueran del priorato, fueran de huertas pequeñas con zumo fondillón de las uvas monastrell, asoleadas durante días, procedentes de la vecina Alicante o del Ampurdam. En mi boca fluctuaban experiencias destellantes de color por el sabor, el cuerpo o la tonalidad de los vinos. Y todo esto a espaldas del ama, quien siempre perseguía ese vicio mío, como solía recriminarme.
Mi padre, en cambio, no me regañaba. Yo era la única heredera de sus extensos viñedos, situados entre los ríos Turia y Cabriel, en el interior de la llamada Valencia, tierras mimadas y cuajadas de racimos de uva negra y prieta, que daban el tinto con más color de todo el sur de España. De los olivos se pasaba a extensos dominios de viñedos, donde la tierra brillaba con el sol, y en otoño las hojas de las parras se volvían de un rejo oscuro.
Tal era mi vida cuando un caballero de nombre singular, el de la Cruz Mediana, llegó a esta villa por la Feria de Septiembre. Comerciantes, taberneros y artesanos se daban cita en la plaza, el ambiente rezumaba sensualidad, mezclado con el olor a manteca de cordero, el calor del sol y el canto de la calandria. Mi pasión pecaminosa por el vino ya había traspasado fronteras, y sólo un trovador de muy lejos me cantaba con su presencia turbadora.
Con su beso de boca bermella me sentí transportada a las Mil y Una Noches, me convertí un dibujo más de la alfombra mágica, una hurí con los ojos almendrados y el ombligo al aire. Poco puedo decir más, más que me desposó y de este modo llegaron nuestros hijos, y ahora, vosotros, la tercera generación, mis queridos nietos…
Así pues, aunque el rey Jaume I haya tomado Valencia y establecido en su Llibre del Repartiment las promesas de donación de las tierras conquistadas, estos dominios os pertenecen y seguirán acogiendo los viñedos de Requena. No podéis dejar perder su vino, ni la dama que lo conquistó.
Requena, 28 de septiembre de 1238




4. PROFUNDO TRULLO
Eran las 12 del mediodía. El sol caía con fuerza y animaba a las chicharras a rasgar sus patas y enloquecer a todo el que pasase por su lado. En el interior de la bodega el calor resultaba muy amortiguado, y un cierto frescor húmedo, mantenía secas las frentes de los hombres que pululaban por entre las tapas de los depósitos, y hacían crujir las tablas secas de los trullos cuando para transportar las mercancías entraban y salían cruzando la nave, y, pisando sobre ellas.Terminado el cigarrillo de descanso de la finalización del picado de un depósito, se ponían de pie nuevamente y sacudían con sus secas encallecidas y endurecidas manos los camales de sus viejos pantalones que estaban bien rellenos de polvo del tártaro que agarrado fuertemente a las paredes de los trullos había que picar con bastas picolas para dejar las vasijas limpias pues habrían de recepcionar las nuevas uvas de la próxima cosecha.- ¿Vamos con el siguiente?, preguntó el más mayor de ellos, refiriéndose a volver a introducirse en otro de los depósitos por la escalera de madera que desde la boca descendía hasta el fondo del mismo, unos 3 metros.- Antes de bajar padre, le dijo el joven, -eche un papel encendido no sea que haya tufo.- Con las horas que llevamos aquí y todos los depósitos abiertos no es posible que tenga nada, refiriéndose al peligroso gas dióxido de carbono que suele descansar en los fondos de los depósitos la mayor parte de las veces, y que impide la combustión de nada, de ahí, que antes de entrar se tuviesen que echar papeles encendidos para comprobar ese extremo.Confiado el viejo se caló su gorra de visera, se agarró a los lados de los palos de la escalera de madera y empezó el descenso.Aun iba a medias cuando levantando la cabeza grito al joven que se encontraba en el exterior: -- No se te olvide bajarte las picolas que no las he cogido.- Usted tenga cuidado que no se caiga, que ya las cojo yo.Escuchaba aún sus palabras resonar en el abierto espacio de la bodega que hacía reverberar el sonido, cuando oyó un seco y fuerte golpe. Miraba hacía la boca del depósito para adivinar algo, cuando la parte saliente de la escalera temblequeó en la boca del depósito.Tiró las picolas que ya llevaba en la mano y casi se zambulló en la negra boca de la cavidad subterráneaA la débil luz de una bombilla que colgaba de un negro cable veía el bulto del cuerpo de su padre arrugado en el suelo del depósito, la gorra descansaban en la esquina opuesta y desde luego que la inmovilidad le angustiaba. Bajó casi como en el descenso de un tobogán, sabía que si se le ocurría abrir la boca y aspirar aire, aquello se convertiría en una tumba familiar. Nadie había en la bodega, estaban solos, cómo en todas las bodegas a las que iban a limpiar para ganarse la vida. Vendían los trozos de tartárico arrancados con gran esfuerzo a las paredes y riesgo de su vida, a un hombrecillo que a su vez lo mandaba a una industria de farmacia de Barcelona. La diferencia entre el hombrecillo y ellos era, que el primero no había bajado nunca a un depósito y en cambio vestía y poseía vehículo propio, y ellos no salían de las profundidades y respiraban mal, muy mal.En aquellos momentos desde luego era lo único que no podía hacer, respirar. Ya había cargado el pesado cuerpo de su padre en su hombro y subía por la escalera de madera hacia la luz exterior, como no lo había hecho nunca de rápido yendo de vacío, ni lo haría nunca en el futuro, estaba seguro.En la estrecha boca del depósito supo que del modo como cargaba con el peso muerto del cuerpo de su padre, que no podrían salir a la vez ambos. Tuvo que pararse a unos cuantos peldaños del final y echado sobre la inclinada escalera empujar a pulso el cuerpo mustio, deshilachado hacía la boca el depósito, y sin respirar, y si lo hacía irían los dos abajo, el letal gas que no se mostraba pero ya había dicho que estaba allí, no le perdonaría si le dejaba penetrar en su garganta, unos centímetros.Empujó con bríos, con fuerzas desconocidas que le daba el amor que a su padre le tenía.
El cuerpo de su progenitor ya descansaba a medias sobre la boca del trullo cuando él salió al exterior y antes de nada abrió la boca y dejó entrar dentro de su pecho un vendaval de aire que casi se lo taladra.Su padre parecía querer removerse, le dio la vuelta boca arriba sus pierna aún estaban dentro del depósito y al tiempo que le daba aire con su propia gorra, le daba bofetadas desesperadas, ¡a su padre!, en las mejillas.
Cuando los ojos que le vieron nacer se abrían y se anegaban en lágrimas, acercó con frenesí su cabeza a la de su progenitor, las barbas de ambos pinchaban la piel del otro y, los fuertes llantos y risas ahogadas de ambos, hicieron detenerse unos segundos a las chicharras en sus frenéticos cantos.




5. LA LEYENDA DE LA DAMA
Dicen los habitantes más viejos del lugar que su belleza se encuentra intrínsicamente relacionada con la inmensidad de sus viñedos. Sus cabellos eran rubios majestuosos, brillantes como el oro. También decían que todo aquel que miraba sus ojos quedaba como hipnotizado, se rumoreaba que todo aquel que la miraba quedaba con el alma en paz, en una tranquilidad absoluta.
La gente sabía que ocultaba algún secreto muy oculto.
Eran tiempos de guerra y sus viñedos eran un oasis de alegría visual y de sensaciones en medio de la tristeza. Su fama se extendió rápidamente por todo el Imperio y un importante guerrero musulmán, que había crecido en los desiertos de Arabia, se decidió a visitar aquellos viñedos y a su dueña. Montó su noble caballo negro y recorrió una gran distancia hasta que llegó a las propiedades de la bella dama.
El árabe era un chico guapo y atlético pero estaba muy entregado a su cargo y a las luchas de su Imperio. Con el tiempo se había vuelto muy frío y calculador. No sabía lo que el destino le depararía.
Bajó de su caballo y se acercó a los viñedos, eran preciosos y su vista no lograba alcanzar el fin de ellos. Tocó a la puerta de la finca y de ella salió la dama. Los inmensos ojos verdes de la doncella se unieron en un instante de perfección con los ojos del apuesto soldado, parecía que un genio maligno o benigno los hubiera reunido por algún motivo.
La dama habló:-Mi señor, ¡he esperado tanto este momento!-.
El árabe estaba como hechizado y su corazón parecía haberse calentado, activado.
La doncella hizo un gesto de que se acercara al apuesto hombre y le condujo a sus grandes bodegas y le señaló las barricas.
Dama: -Todo esto es mi poder, el poder del vino. No probaréis mis labios sin antes probar mi vino-.
Diciendo esto cogió un recipiente y lo llenó de vino de una de las barricas y se lo ofreció al servidor del Imperio. El guerrero dudaba, pero pensó que nadie se daría cuenta del sacrilegio. Al probar el vino, su cara se iluminó, un sentimiento de felicidad, de tranquilidad le recorría el alma, nunca jamás había probado líquido semejante. Mientras degustaba el vino, observaba los bonitos ojos de la doncella y de repente se desmayó y comenzó a soñar. Soñó que era de noche y se encontraba sólo en un frondoso bosque, se encontraba perdido y echaba a correr sin destino hasta que llegó a un claro donde las raíces parecían haber parado de crecer y se encontró con unas mujeres y un hombre que estaban celebrando una bacanal, una orgía; eran los cuerpos más maravillosos que había visto jamás. Entrado en éxtasis por la imagen del sueño se despertó de golpe, se levantó y se abrazó a la dama. Ésta le correspondió, le abrazo y sus labios se unieron en un terremoto de sensaciones e hicieron el amor.
Al día siguiente cuando despertó ya no encontró a su lado a la bella dama. Estaba muy nervioso, nunca había sentido esta atracción tan fuerte por una mujer. Nunca había tenido tiempo para el amor y ahora le había llegado de repente. Salió fuera y recorrió los viñedos en busca de su amada. Lo más sorprendente es que los viñedos estaban todos podridos y muertos. De repente se la encontró en un claro extendida y parecía muy enferma. El caballero la cogió en sus brazos y observó que estaba fría, el árabe echó a llorar. Pero la dama sonrió y le dijo con voz pausada:-No llores mi amor, te contaré mi gran secreto. Soy sangre de Cristo y mi sangre servirá para que renazcan de nuevo los viñedos. De mis adentros ahora mismo nacerá mi hija y sus cabellos darán vida a la vid. Mi herencia está garantizada, por favor cuidad de mi hija hasta que esta tenga edad para ocuparse de mi reino. Gracias por ser mi semilla, mi todo-.
El caballero lloraba y lloraba porque la vida de su amor se escapaba. La dama dio a luz una niña preciosa y a continuación se murió. El apuesto musulmán vio entonces estupefacto como el cuerpo de la doncella se tornaba sangre que rápidamente se infiltró en la madre tierra. Los viñedos antiguos se habían convertido en ceniza que el viento arrastraba y de la tierra comenzaban a surgir las nuevas vids.
A partir de aquel momento el guerrero árabe combinaba sus hazañas con su papel de padre. Nunca jamás sintió pena en su corazón.


6.
Mirándote, escondido detrás de abruptos arbustos irregulares, te persigo silenciosamente con mis pupilas temblorosas y me dejo atrapar como un metal por su imán complementario, acosando insaciable pero sigiloso esos perfumes que dejas atrás cuando caminas, en vientos puros, pudores etéreos escondidos debajo de tántricos abalorios.
Te imagino brotar de fuentes dulces y perfumadas, de movimientos eróticos. Deliciosa, de tez morena y sangre de tinta roja, tú, andando por entre las viñas, debajo del sol y de las estrellas a las vez, con tu absurda y malandra sonrisa.
Eres como humo de especias y polvo de diosa, hablas lenguajes e interminables, que se despliegan y se ensortijan, por donde circulan millares de fragancias de sudor.
Andas descalza, abismándote a la tierra que pisas, confundiendo tus pies con ella y tus cabellos con el propio viento.
Con tu melena grana y tus ojos atezados y todas esas sedas etéreas que amparan a tu cuerpo de los diablos descarnados y los vientos calientes.
Hasta las viñas despiertan cuando las rozas, aferrándose a la arena oscura, dejando resbalar lágrimas rojizas de savia e imitando tu ondulante paso con sus ramas verdes.
Exhalan el cobrizo que nació de tu vientre moreno y el terrenal fruto de sus crianzas.
Te giras y me regalas una sonrisa.
Mientras te alejas, tus bálsamos se pierden entre las sedas vaporosas con las que te cubres el descaro, y por los que te veo la piel.
El temblor de mis pupilas pierde los márgenes y se desparrama por todo mi cuerpo.
Entonces me lanzas un susurro a través del viento, con voz vibrante, como un tibio suspiro, un susurro que dice;
Cata mi vino y degustarás el sabor de mi cuerpo.



7. LAURA O LA PERCEPCIÓN DE LAS COSAS
Mientras todas hablaban con la exaltación propia que dan los cotilleos, Laura comenzó a abstraerse. Sentada en aquel enorme macetero que hacía las veces de banco en la puerta de la vinoteca, empezó a doblar las piernas en posición fetal e imposible, mientras se llevaba la copa de vino a los labios. Ya era la segunda, con lo cual la felicidad y la melancolía se mezclaban.
Sin embrago, no era eso lo que sacó a Laura de su actitud amigable y social. Al fondo de su mirada, vio entrar en un portal al chico del que todos hablaban. Sus amigas le miraron, saludaron, y se dirigieron entre ellas una significativa mirada, pero Laura asistió a todo el proceso: sacó la llave nervioso, abrió la puerta con fingida naturalidad y no se molestó en cerrarla tras él, la dejó caer.
El sonido de la puerta al cerrarse activó en el cerebro de Laura movimientos rápidamente lentos. ¿Y si en realidad ese chico no estuviera medio loco? ¿Y si su problema no era una familia desestructurada, un padre irresponsable, un abuso compulsivo de las drogas? Creyó por un momento que su problema era la hipersensibilidad, la percepción excesiva de las cosas, los acontecimientos, la vida en su transcurso natural, con sus cosas buenas y malas, pero que, en su mente, resultaban difíciles de digerir y le llevaban a tener comportamientos violentos, iracundos, irracionales. Sintió pena por él, pero no la pena rodeada de asco que sentían los demás, sino una infinita, myultiplicada por el vino, y casi agradecida. Si el problema de ese chico era su hipersensibilidad, el mundo era un lugar mejor. Sonrió. Gracias a ese razonamiento, los pecados de Laura también quedaban disculpados, también eran causa de la hipersensibilidad. Sus lágrimas de los jueves eran en realidad su desahogo ante el dolor de vivir.
Intentó volver a la realidad de sus amigas, pero no pudo. El vino le daba dolor de cabeza.



8. Vino y se quedó
Por: delicias marinas
Entre el paisaje y sus ojos marrones, la copa de vino y el viento de nuestro huracán, ella se dispuso con palabras de acero. Dulces, con cierto aire de encuentro, que se alejaba cada vez más de nuestra relación. Sabía que ella aún no me decía lo que quería, iba ya en su tercera copa, última cual no frecuenta, salvo si siente que necesita el consejo de una buena cosecha. Yo le acompañé cada trago, soportando esa mirada que me hacía temer perderla. También y claro, recordar cuánto la quería. Esta Denominación de Origen Utiel-Requenlejana, sus colores y sabores, eran el camino que pensé único, para que ambos volvamos juntos, luego de llegar tan separados.
Habían pasado muchos días en su mutismo de bodega, silencio ritual que esconde el sabor fraterno y oscilante de sus siempre profundas emociones. Como un corcho bien puesto que libera, se dejó ser en argumentos de fina espuma, color espeso.
Mis palabras entonces eran decisivas. De mí dependía, cuando yo hasta entonces, siempre la había hecho a ella la gran responsable de ese inmenso nosotros, sobre el cual estaba yo tan abstemio. Además víctima sin serlo. Las excusas de preocuparme de mis asuntos laborales, sociales, personales, no venían a sincerar la verdad que realmente habitaba el conflicto apasionado, tan habitante de sus ojos colore marrón.
Sólo pude pedir perdón, reconciliarme con mi parte más humana, el lugar donde sí existe la equivocación cierta, y muchas veces, tontamente intencionada por un espíritu de falso control.
Sólo me quedó dejarme llevar, hacia sus brazos de calor, el pelo bailante en el viento de esa tarde. La misma que solucionamos nuestros problemas para siempre. Recuperamos eso que teníamos, y perdimos también, aquella paradójica distancia que yacía entre nosotros.
La botella de vino se terminó, y nosotros empezamos de nuevo.




9.
Hola, soy Laura y veraneo en Caudete de las Fuentes, donde abundan los viñedos.
Mis abuelos tienen allí una casa y mi abuelo, Antonio, me llevaba a pasear por los alrededores del pueblo y me enseñaba cosas sobre estos árboles.
Él como era recolector de uvas, sabía todo el proceso desde la recogida del fruto hasta el embotellado y me explicó todo lo que recordaba:
Primero se plantan las semillas para que crezca el árbol.
Cuando el viñedo ya es grande y salen los racimos, se tiene que esperar a que se produzca, durante la maduración, el cambio de ser ácido a ser dulce por eso conviene que esté más horas al sol porque obtiene mas azucares.
Mi abuelo a este cambio le llamaba “la cuenta atrás para la vendimia”.
Antes, los hombres experimentados se comían una uva cada día para saber, sólo por el sabor, si ya llegaba la hora de recogerlas, pero ahora se hace con unos aparatitos llamados refractómetros.
Después se chafaba la uva, que si la aplastabas de una manera u otra afectaba al vino. Ahora se hace también con máquinas.
Seguidamente se fermenta, que es donde el mosto, se convierte en alcohol.
A continuación, se conserva, hace muchos años lo hacían en ánforas de barro pero hoy en día se guarda en barriles de madera.
Y después de todo este proceso se produce lo que yo le llamo: C.E.F, que es la clarificación, la estabilización i la filtración. Por último se embotella.
Mi abuelo siempre me decía que para él:
“Beber vino era todo medida:
Darle alegría al corazón y sin
perder la razón darle razón al vida.”
Esta es la única experiencia que he vivido, aunque he oído hablar de muchas otras pero me gustaría poder ganar este premio para vivirlas en el maravilloso lugar de Requena yo misma.



10.XXX XXX XXXXX
Me he quedado aquí para matarla, camarada, y créame que me cuesta. Ay si me cuesta. Pero lo voy a hacer. Tenemos nuestras cuentas pendientes, y son de las que se saldan, sino uno revienta. Usted la ve ahí, con la vida pendiéndole de un hilo, y ese charco sangroso y granate alrededor, y no es fácil imaginarla de otra forma. ¿O me va a decir que sí? No, ¿ve? Tengo razón. En cambio yo si me la puedo imaginar de otras formas, porque tiempo atrás tuvimos un romance. Cierto que me acercaba a ella irregularmente, convivimos a veces y por épocas tan solo podía extrañarla. Alguna vez me propuse tener una relación un tanto más formal, digamos más seria, pero continuamos así, un poco distanciados y otro poco pegoteados, y pensándolo bien no estábamos tan mal.
¿Sabe?, le voy a contar como era, así se da una idea mejor. Además la noche viene larga y si usted va a seguir hablando poco, si me permite, voy a ser yo quien tome la palabra.
Ay mi razón de vivir. Era de melena negra como negras las mujeres africanas, bien ceñida al cuello fino, protegiéndolo de vaya saber uno que peste, qué viento o qué polvo. Lacio el cabello y las pestañas, que se le adherían también a la piel y formaban en conjunto como una película brillante con destellos de luz, igual a pinceladas de plata verticales.
Ay si usted la viera como la veía yo. Los ojos y la boca, los gruesos labios, eran una sola cosa: una rotunda invitación. A mirarlos largamente y alcanzar a ver en la profundidad negra de la pupila redonda la explicación de su existencia y de la mía; a besarlos y ablandarlos, aunque les costaba un everest renunciar a la expresión dura que ofrecían a los desconocidos. Una lengua fresca y envolvente aguardaba detrás, siempre. Si le digo que por esa lengua he delirado muchas veces, no exagero.
Qué figura. El cuello termina en un par de hombros menudos, usted lo puede ver, de una redondez provocadora y perpetuamente desnuda. Recuerdo como esos hombros calzaban con perfección en la palma de mi mano. Yo jugaba con los dedos a acariciarle el cuello y la espalda, e irremediablemente su temperatura subía. La mía también, claro. Me ponía fogoso por las ganas de ser su único dueño, de una vez y para toda la vida.
Creo que desde este ángulo no la ve bien, pero le digo que ella era de pecho robusto y pudoroso, la alegría de mis manos, que se enredaban en el apuro por arrancarle de un tirón el trajecito negro y plateado que siempre llevaba. Una prenda doble que la vestía como se visten las reinas. ¿No le parece Victoriano el trajecito, amigo? “Victoriana y vampiresca / la elección del atuendo permanente”. Siempre recito lo mismo.
Entre nosotros caballero, su trasero era mi perdición. Agarrarla de esas partes gruesas, curvadas como precipicios, era la antesala de unas horas de infinito goce para mis sentidos. Pero no vaya a pensar que soy un frívolo. Lejos de mí ese adjetivo, le pido el favor. Mis sentidos gozaban no solo por el aspecto exterior de mi morocha. Ella tenía un espíritu complejo debajo de las apariencias, y eso verdaderamente era lo que me volvía loco. Pero loco enserio, no se si logra comprender. Complejo y a veces inmaduro, aunque en continuo proceso de crecimiento. La sabiduría le venía como en oleadas y todos los días su personalidad evolucionaba. De no llegar hasta hoy, y encontrarse con su final, seguro alcanzaría la perfección. Tenía algo de mágica y de eterna. Tal vez pudo haber sido tímida de niña, pero a lo último en ningún modo lo era. Me dicen que fue arisca, difícil de domesticar. Sin dudas había cambiado mucho, pues yo la conocí voluntariosa y decidida. Políticamente conservadora y profundamente religiosa. Tanto que para mí era como una guía espiritual. Sabía decirme lo que necesitaba. Cuando se expresaba sus palabras eran exactas declaraciones, y cuando callaba, su sola presencia era una insinuación.
Qué elegancia, qué altivez, como si perteneciera a la realeza, ya lo he dicho. A la noble de Francia, ¿no está de acuerdo? Nosotros de baja estofa y ella tan aristocrática. Hoy por hoy nadie diría que fuimos el uno para el otro, pero lo éramos, Usted tiene que creerme.
Muchos me comentan cuánto la recuerdan, cómo su delicado sarcasmo para decir las verdades les ha marcado a varios el camino. Y ninguno exagera, pues yo la sentía igual, y a diferencia de otros no me resigné a recordarla simplemente y la fui a buscar. Así empezamos con la relación que le contaba. Ay, qué momentos.
Entiendo su desconcierto, camarada. Con todo esto que le acabo de decir usted me preguntará por qué voy a acabar con ella. Y yo le diré que se fije en el calor que hace, que la mato porque tengo sed y que si no la mato reviento. A Usted también se lo ve con cara de reventar de calor. Venga, arrímese que lo que queda se puede compartir. ¿Le gusta? ¿Vio que tenía razón? Es la última botella de Cabernet Sauvignon que nos queda. Disfrute el trago. Salud.



11. DÍAS PARA RECORDAR
Cansada del agobio de la gran ciudad , exasperada por los estridentes ruidos que en ella habitan , decidí , junto con una amiga , aventurarme durante un breve , pero intenso , fin de semana , en una casita rural situada en la Denominación de Origen Utiel-Requena.
A mi amiga Laura , parece ser , que le disgustaba emprender tan imprevisto viaje , pero , paulatinamente ,le fui convenciendo , contándole animosamente todas las alegrías espirituales y físicas que nos proporcionaría una actividad tan novedosa como el enoturismo , sobre todo , teniendo en cuenta , la no vaga predilección de Laura hacia el vino rosado.
Pronto llegó aquél esperado sábado , la anhelada mañana en que vislumbramos por vez primera aquella acogedora casita rural tan alejada del estrés de la metrópoli ; hacía un tiempo maravilloso , no se entreveían nubes en el cielo , el sol brillaba con poderío …Lentamente fuimos despojándonos de las maletas, esperando con ansía la visita del viticultor que nos guiaría por los viñedos.
El viticultor era un hombre verdaderamente afable, nos relató con auténtico deleite todo lo relacionado con el proceso de fermentación de la uva, los vinos de mejor calidad, el cambio en la uva denominado véraison que, según nos explicó, nos revela el periodo en el cuál se iniciará la vendimia. Nos dió un paseo por los viñedos de uva Bobal , el olor que allí habitaba,era realmente sublime , un aroma fresco y desmesuradamente agradable , mis ojos observaban con gran ternura aquellos infinitos campos , con sus uvas Bobal color violeta.Tras dar por concluída la divertida excursión , el viticultor nos obsequió con una botella de vino Utiel-Requena con la que acompañamos nuestro picnic de bocadillo de tortilla de patatas y queso manchego, reímos y disfrutamos muchísimo .
Por la tarde ,después de haber echado una siestecilla en nuesta casa rural , visitamos una bodega y pudimos entablar una animada charla con unos ingleses , que , desde hacía varios años, recorrían el mundo haciendo enoturismo.Nos contaron miles de anécdotas , nos explicaron la buena calidad de los vinos españoles y de la tranquilidad que daba al alma este tipo de turismo , sobre todo a ellos , que tanto amaban al vino y a la naturaleza.Cuando llegó la noche la amable pareja inglesa nos invitó a cenar en su casa rural ; la cena estaba compuesta por una lubina al punto de sal acompañada de un vino rosado de uva Bobal , recuerdo con verdadera emotividad aquellos días de efímeros instantes de felicidad entrelazados con eternas conversaciones acompañadas de copitas de vino rosado.
El domingo nos despertamos algo cansadas debido a la noche anterior, pero con un alo de nostalgía puesto que el fin de semana estaba a punto de finalizar. Nos vestimos apresuradamente y fuimos a desayunar en compañía de la pareja inglesa. Posteriormente nos dirigimos hacia el museo del Vino Bodega Redonda, donde una sumiller muy elegante nos expuso con mucho entendimiento su sabiduría y nos dejó probar los más exquisitos vinos.
Trágicamente se hacía tarde y tuvimos que marcharnos de aquel hermoso lugar. Nos despedimos con un fuerte abrazo de la pareja de ingleses y pusimos el coche en marcha, paulatinamente nos fuimos alejando del bello fin de semana y desde la oscuridad todavía vislumbrabamos los menudos resquicios de felicidad.




12. MÚSICA DE TROVADOR
Cuenta la leyenda que el Caballero de la Media Luna llegó a Oleana por el camino del norte. Sobre las espaldas llevaba un arpa que atraía los rayos del sol. Pero si hablaban de él no era sino porque se había sentado en la plaza del pueblo y estaba sacando música con las manos y recitaba muchos versos hermosos. También hablaba del vicio del vino y de que Alá no veía con buenos ojos el cultivo de tales plantas.
La Dama Sol, heredera mozárabe, acudió a la plaza tal y como era su costumbre desde que sabía que sus viñas peligraban. Se vestía con pantalones anchos, con camisas de los jornaleros y procuraba esconder hasta el último mechón de cabello bajo un pañuelo oscuro sobre el que se colocaba un sombrero de paja. Con las manos en el fondo de los bolsillos caminaba segura por lugares no permitidos a las damas decentes. Escuchaba con gran congoja lo que aquel trovador o aquel caballero (dudaba) estaba explicando con palabras sencillas para que hasta el último habitante de Oleana lo entendiera bien.
La Dama Sol había aprendido el oficio desde niña. Había correteado por las cepas en las distintas estaciones del año, arrancando ahora algunas yemas para fortalecer las demás, ahuecando la tierra, matando las orugas. Pero sobre todo, había notado que desde que andaban escondiendo el jugo recién pisado de los ojos musulmanes, había mejorado mucho su sabor. Si hasta entonces se contentaban con llevar algo parecido al vinagre a los labios, ella pensaba que en vez de ser Alá el que se enfurecía al verlos beber ese jugo rojo, les premiaba con una calidad mejor.
La Dama Sol no confiaba en los hombres que araban sus tierras. Le parecían torpes en sus formas y demasiado temerosos de los caballeros del Rey que ordenaba todo lo contrario que ella quería. Les dispensó de sus quehaceres con gran gusto. Y libre de las miradas indiscretas, en vez de abandonar las cepas a un final seguro, las cuidaba noche tras noche bajo su disfraz masculino. La prudencia le obligó a proveerse de un refugio bajo tierra y estuvo cavando semanas hasta que la cueva tuvo suficiente espacio para colocar las tinajas y la comodidad para caminar erguida. Allí tenía oculta la cosecha del último año. No acertaba a saber si había sido la temperatura agradable y constante o la falta de luz, pero la adivinaba exquisita.
A la Dama Sol le gustaba trabajar las noches de luna y el Caballero de la Media Luna caminaba nostálgico por los campos de Oleana debatiéndose con los mandatos de su Rey. Tenía la orden de utilizar la hoz o la guadaña para acabar con esa planta maldita. Dudaba entre obedecer ciegamente o mentir. La paloma mensajera debía partir por la mañana dando cuentas de las actuaciones. Sus pensamientos se vieron interrumpidos al escuchar unos pasos que se acercaban. El Caballero miró al muchacho cuidar con cariño aquellos troncos, le vio alimentar con estiércol las raíces. Iba a detenerlo cuándo desapareció bajo la tierra.
La Dama Sol, ajena a esa visita nocturna y agotada del esfuerzo, se soltó los cabellos, se descalzó y se colocó sobre las enaguas un vestido. Se acercó a una de las tinajas y vertió en una taza de barro un poco de vino. Así la vio por primera vez el Caballero de la Media Luna, que de tan sorprendido se desvaneció. Fue la Dama Luna la que le dio de beber hasta que sus mejillas volvieron a recuperar el color.
Cuenta la leyenda que a la mañana siguiente la paloma partió con un mensaje para el Rey en el que decía que después de haber visto con sus propios ojos los troncos retorcidos de medio palmo de altura, era imposible que de allí se pudiera recolectar cosecha alguna.
También cuenta la leyenda que a partir de aquel día, de las manos del Caballero de la Media Luna salía música proclamando alabanzas a ese manjar de vino. Sin duda, los dioses habían bendecido esas tierras y ni siquiera Alá debía contradecirlos.
Porque la leyenda de Oleana que llega hasta nuestros días también recoge el amor de una dama vestida de caballero y un caballero vestido de trovador. Debió ser tan grande que los trovadores siguieron hablando de ellos y acuñándolo en las etiquetas de todas las bodegas de Oleana para que nadie lo olvide.




13. EL RITUAL

Siempre oyó hablar de las delicias de este trago. Desde muy niño vió como su padre todas las noches me tomaba y vaciaba pequeñas o generosas cantidades en mi palma abierta que gustosa recibía aquél néctar morado. Cómo su padre noche tras noche observaba el brebaje a contra luz concentradamente antes de beber a sorbos cortos y uno largo, el último, cuando me vaciaba.
Siempre acudíanle recuerdos de su padre. De cuando era pequeño y le enseñó las primeras cosas. Recordaba los juegos y algunos ratos severos, por alguna travesura.
Pero eran los recuerdos mas frecuentes los que le permitían verlo apoyado en el bar de la casa junto a su vieja copa de Bohemia.
Cumpliendo el ritual. El ritual que noche a noche, sorbo a sorbo le quitaba un poco de vida.
Una noche, el viejo, sumido en la desesperación del alcoholismo se dirigió al bar. Me tomó por la cintura y bebió el que sería su último trago. Luego, se tendió en el sillón, conmigo entre sus manos, para no despertar jamás.
Julián estaba enfermo. Una terrible enfermedad le corroía el cuerpo desde hacía varios años. Sólo en la vieja casa que alguna vez compartió con su padre, veía como se le esfumaba la vida.
Esa noche, sabía que era su última noche.
Y recostado en su cama pensó en su padre; comprendió lo que significa la muerte, la muerte más oscura y cobarde, la trágica muerte que poco a poco, le robaba el más preciado de los tesoros.
Se levantó pesadamente y calzó sandalias. Peldaño a peldaño, se despidió de la escalera, luego de cerrar con llave su cuarto. Llegó al bar y me buscó.
- Tú eres la vieja copa de mi padre-
Me dio un pequeño golpe. De todo mi cuerpo salió un sonido puro que llenó el alma de Julián en lo más íntimo. Tomó una botella que años atrás dejara su padre y dio comienzo al ritual.
El licor, al primer contacto con sus labios, le mostró el camino e invadió sus sentidos. Fue saboreado y luego tragado por Julián.
Para luego tenderse en el sillón y esperar... Me alzó ante su vista con una nueva carga y concluyó:
- Llévame, junto a mi padre.



14. DANIEL
La tierra seca y arcillosa me resbaló entre los dedos, y ese aroma sutil de la bobal a zarzamora me embargó de emoción. Ya estaba casi lista para ser vendimiada, para intentar de nuevo hacer con toda la ilusión nuestro pequeño tesoro, nuestro propio vino.
Cada año por estas fechas Daniel volvía a casa, a su antiguo hogar, El Barriete, muy cerca del río Magro, para vendimiar y compartir con nosotros lo que nos ha unido durante tantos años como familia. Juntos marchábamos a la singular viña de apenas mil cepas, situada a un par de kilómetros del pueblo, con las pequeñas cajas en las que recoger la uva y la camioneta para transportarlas posteriormente a la bodeguita que construimos hace ya más de veinticinco años.
Pero ese año era diferente. Daniel no venía sólo. Había estado en Dinamarca una temporada y había regresado hacía apenas unas semanas a su piso en Madrid, donde todavía andaba perdido en decidir su futuro. Nos llamó algo impaciente:
-¡Mamá! ¿Os importa si voy acompañado este año a la vendimia? Es que han venido unos amigos de Copenhague, y me gustaría llevarles… ¿es posible?
Dejó la frase en el aire, sin decir nada más, esperando a que contestara. Sabía que me había sorprendido con su pregunta, pues años anteriores venía a regañadientes y se marchaba en cuanto podía.
-Daniel, ¿de cuantos amigos estamos hablando?
Se hizo de nuevo otro silencio en el teléfono, y al fin contestó con un fino hilo de voz apenas audible:
-Siete.
Siempre habíamos sido una familia modesta, en un hogar acogedor y pequeño, donde el espacio precisamente, no sobraba.
-Hijo, ¿dónde vamos a alojar a tus siete amigos? En casa no hay sitio.
Entonces me vino a la cabeza la nueva casa rural que habían abierto en San Antonio de Requena.
-Ya lo sé mamá, había pensado en preguntarles a los tíos si podrían alojar a algunos de ellos, los que no entraran en casa, pero si no es posible…
-Espera, a lo mejor podéis iros todos a una casa rural. En San Antonio de Requena han abierto una recientemente, se llama Balcones de Oleana. Infórmate hijo, y si os viene bien pues vais todos allí.
-Mamá, ¡que buena idea!
Y así fue como mi hijo y sus siete amigos vinieron a vendimiar. Ese año había llovido menos que nunca, y sumado a las altas temperaturas la uva había madurado muy temprano, por lo que los pobres daneses pasaron mucho calor pero se divirtieron vendimiando, visitando los pueblos cercanos, bebiendo vino…
Ayer avisé a Daniel de que la uva ya esta casi lista para vendimiarse, y dijo alegremente: -¡Allí estaré! Creo que me quedaré una semana o así, ¿vale?




15. Los gorriones que juegan junto al viejo río Oleana
Los primeros rayos de un sol de tarde primaveral se deslizan suavemente por la Terraza de la vieja Casona que mira al río Oleana. Tenue, la joven luz primaveral comienza a alumbrar la principal habitación de la casa. Dos gorriones enamorados cantan mientras juegan haciendo revolotear sus frágiles alas. Son las seis en punto de la tarde. Sobre la cómoda, justo enfrente de una de las fotografías más bellas de Laura, el viejo despertador de cobre comienza a sonar. Miguel se levanta. Trata de no hacer ruido mientras se pone su batín. Laura se lo había comprado el día de su primer aniversario y era la prenda que más amaba. Después, arropa y besa con cariño a su esposa para que siga descansando. Ambos eran propietarios de una extensa finca de viñedos con denominación de origen Utiel-Requena, justo al lado del emblemático e histórico municipio valenciano de San Antonio. Allí, en tan singular y precioso lugar, habían iniciado un sueño, su particular sueño de enamorados. Ahora eran los orgullosos propietarios de la Casa Rural “Balcones de Oleana”, una de las construcciones señoriales de más bella factura de toda Valencia.
Miguel, ataviado con su batín de seda verde, se dirige presuroso hasta el salón principal. Algo le inquieta. Sobre la mesa de roble del bisabuelo Antonio, aguarda un sobre amarillo con una inscripción. Dice lo siguiente: “Relato Ganador. Es tu propia historia Miguel”. Lo escribió la noche anterior, en la que apenas pudo dormir. Miguel había organizado por primera vez un concurso literario para dar a conocer su vida, la casa que tanto amaba y el ilusionante proyecto que había iniciado junto a Laura, su esposa. A la tenue luz de dos velas dispuestas en la mesa principal, Miguel había estado leyendo con intensa dedicación y emoción los relatos de los participantes. Ahora, cansado pero lleno de ilusión se disponía a abrir el sobre con el relato que él consideraba el ganador.
Los dos gorriones jugaban ahora en la Terraza. Eran las ocho. Miguel había preparado una mesa preciosa junto al jardín. Sobre el mantel de terciopelo rojo que Laura bordó, Miguel dispuso dos copas de vino de la mejor de sus botellas y la fotografía del primer día que la conoció. Laura se había despertado arrullada por el dulce y sensible trinar de los pájaros. Bajó hasta el jardín. Allí Miguel, muy emocionado, le dio con cariño una de las copas de vino de la vieja botella que con tanto celo había guardado y le dijo: Te conocí aquí en una noche estrellada hace hoy dos años. Te quiero como el primer día y quiero que sepas por qué este es el relato ganador de nuestro concurso. Escribió nuestra historia de amor. La historia de un sueño compartido que hoy junto a ti se está haciendo realidad. Te quiero Laura. Te amo con todo mi corazón.




16. Sueño en un cruce de caminos
Son las 18:00h. de una mañana cualquiera. Mi coche avanza por la Nacional III dirección a Valencia, donde unos amigos me esperan para pasar quince días por la zona. Él, Fernando, es arquitecto y colabora en el despacho de Calatrava, todo un sueño para él, que desde que estudió en Madrid no paraba de repetir que esa era su ilusión. Ella, María, accedió a mudarse para estar cerca de la persona a la que amaba con locura. Los dos, amigos míos desde la infancia. Ahora me acogen unos días porque saben que en Valencia me distraigo, después de haber pasado una etapa dura de mi vida tras la ruptura de un amor. Comeremos bien, pasearemos y charlaremos con una buena copa de vino en la mano.
Me acerco a Valencia. Ya queda menos. De pronto, miro a la derecha y veo reflejos del atardecer bañando un viñedo. En esta época del año siempre es bonito mirar las viñas, cuando el sol tiñe de rojo los racimos y la sabia nutre con su fuerza la vida de la planta, haciéndola colorida y hermosa. Un instante de felicidad me llena. De pronto me acuerdo de un sitio que me dijo Fernando, en Requena, que era muy acogedor para pasar la noche y luego se podía dar una vuelta por el viñedo a la mañana, me lo vendió bien. Me digo: ¿Por qué no? Son esos momentos en que algo te dice que tienes que improvisar.
Me desvío a Requena. Atardece. Llamo a Fernando, no lo coge. Estará trabajando aún. Dejo mensaje en el contestador de su móvil: “Fernando, no llegaré hasta mañana por la tarde, voy a hacer noche en Requena e ir a ese sitio que me recomendaste. Así descanso un poco. Mañana te llamo. Reserva para cenar.”
Encuentro no sin cierta dificultad el lugar. No había hecho reserva, pero aún no es temporada alta, por lo que tengo suerte y me alojan en una habitación. La chica de recepción es simpática, morena y con unos ojos bonitos. Educación y sonrisa exquisita. Me toma los datos. Mi mano roza la suya inconsciente al darme la llave de la habitación: la 103, primer piso. El ambiente es cálido, la luz del la tarde invade la recepción filtrándose por las hojas de las ventanas. Espacio rústico y decoración simple pero agradable. - Muy bien – me digo.
Una vez instalado, salgo y pregunto a la chica si dan cenas allí, porque no me apetecía salir hasta el pueblo. Quizá mañana daré un paseo por algún viñedo cercano, que parece que hará buen tiempo. La recepcionista, muy amable y dulce, me indica que sí, que hay un menú especial que hacen maridado con los vinos de la zona. - Me interesa- , le digo. - Gracias. Eres muy amable-. La chica sonríe y se va.
La cena fue fantástica. Al final nos quedamos solos en el pequeño y acogedor comedor y le invito a tomar una copa conmigo. Un rato de charla y un poco de cava de la zona para finalizar.
Al día siguiente amanecí tras haber dormido como hacía tiempo. Abrí un ojo y de repente vino a mi memoria el beso que nos dimos ayer en la puerta de mi habitación esa chica y yo. Un sonrisa vino a mi cara. Sigo durmiendo un ratito. Luego saldré a pasear por la viña. Parece que ha salido una mañana magnífica.




17. PLACERES MUNDANOS
Su rostro angelical permanecía quieto y silencioso, reflejado en aquel cercano cristal
De la superficie suave de los viñedos emanaba una espesa bruma y se escuchaba el ronroneo del viento, en esa madrugada de cena frugal y prolongada sobremesa.
Su largo cuerpo esperaba en uno de los balcones floridos de aquella casa de Oleana, lucia esbelto y presentaba un extraño brillo, iluminado por la de luna.
Usaba de apoyo, la pequeña mesa que allí se encontraba, aún con los restos de alimentos en sus platos.
Los reflejos rojo-violáceos de su entorno, eran difíciles de precisar en la oscuridad. Su perfume, como vapor etéreo, acercaba su piel, al aroma de los campos frutales.
Pensaba en traerla hacia su boca y estrecharla suavemente y en ese intercambio de fluidos, llevar aquel desborde hasta el acto de amor que ambos esperaban.
Cuando levantó la copa y la dejó deslizar, hacia su paladar, los preciados fondos de madera, con su persistencia, provocaron el orgasmo de placer que el exquisito tinto de Utiel-Requena, de buena calidad produce en nuestras mentes y cuerpos.




18.
Hoy he tenido un mal día, pero he acabado mi jornada laboral y tengo un fin de semana por delante. Necesito desconectar, evadirme, relajarme, olvidar hasta el Lunes todo los líos del trabajo y disfrutar.
He decidido compartir contigo estos momentos y necesito como otras veces, que no me falles, como de costumbre, estoy seguro que conseguirás que olvide este complicado día.
Todavía recuerdo cuando te conocí por primera vez, corría el año 2004, Yo me encontraba en Valencia asistiendo a unos cursos, aproveche una mañana y mi afición por los vinos y la casualidad me llevaron a tu casa, entre en la Finca atravesando viñedos de distintas variedades, me recibió Felix Martínez, gran anfitrión, enólogo y gerente de Bodegas Vera de Estenas, después de haberme mostrado los distintos viñedos con toda y cada una de las variedades que cultivaba: Bobal, Tempranillo, Cabernet, Merlot, Malbec y Chardonay. Me mostró la Bodega, como elaboraba, el almacén repleto de cajas preparadas para su envío y el comedor, donde tenía una gran colección de vinos antiguos que empezó alguno de sus antepasados. Fue un día muy especial e inolvidable.

Estuvimos catando varios vinos, blancos, rosados, tintos, hasta un cava brut nature, su nombre Juan de Arges, elaborado con Macabeo y Chardonay, que decía producir solo para la familia, muy bueno. Posteriormente Juan de Arges ha pasado conmigo y con mis conocidos, no pocas Navidades y al menos una boda, la de mi sobrino.
Felix nos presento en el comedor de tu casa, me impresionaste entonces y me sigues sorprendiendo ahora.
Tu aroma me evoca los más gratos recuerdos de mi infancia, las visitas los Domingos por la tarde a casa de mi abuela Angela, aquella casa olía a frutas maduras, a variadas especias que colgaban de su cocina y al tostado de las maderas de cedro que se quemaban lentamente en la chimenea que quedaba en un rincón del comedor.
Tus colores cereza fuerte con tonos violáceos, me recuerdan a un atardecer contemplado desde Café del Mar, en Ibiza, con mi pareja, una buena copa de vino y escuchando música chill out.
Cuando empiezo a saborearte, dejándote caer con delicadeza y tu cuerpo llena lentamente toda mi boca, trato de descifrar toda tu complejidad y me sigue trasladando a esas meriendas de niño en casa de mi abuela, que ella con sus manos temblorosas y sabias me preparaba. Siempre me ofrecía lo mismo, dulce de tomate, dos onzas de chocolate o vino con azúcar, mi preferido, para acompañar aquella rebanada de pan casero elaborado por ella. Sentado cerca de la chimenea, al calor del fuego, disfrutaba lentamente de la merienda, como disfruto ahora de ti.
Lo has vuelto a conseguir, sigues siendo muy especial para mí, me haces recordar muy buenos momentos, contigo disfruto cada instante y hasta el final.
Muchas Gracias a Casa Don Ángel, a Felix por saber como elaborarte y por darme a conocer la D.O. Utiel – Requena. Continuas siendo uno de mis preferidos.



19. Tras la cena
Tras una suculenta cena nos tomamos un café y otro y otro. Mientras, el resto de los comensales volvían a sus habitaciones y el comedor se iba vaciando hasta ser sus únicos ocupantes. Fue entonces cuando Laura, la propietaria de la casa, se acercó a nuestra mesa y nos ofreció una copa de vino. Extrañados por tan peculiar ofrecimiento, ya habíamos rematado la cena y tomado varios cafés, no supimos que decir. Ciertamente ella tampoco esperaba respuesta, nuestra actitud nos delataba e intuyó certeramente que lo que deseábamos era su compañía para disfrutar de una de sus míticas historias. Se acercó un momento a hablar con un camarero y, tras una breve conversación en la que parecía darle instrucciones, y volvió a la mesa.
Mientras el camarero se ausentaba ella acerco una silla y se unió al grupo. En seguida estuvo de vuelta con una jarra de vino y 5 copas en una bandeja. Laura se hizo cargo de ella y llenó nuestras copas al tiempo que, sin anuncio ulterior y con un tono de voz cautivador, comenzaba su relato. Durante unos segundos, embelesados por su belleza y por la elegancia del movimiento de sus manos, la contemplabamos sin lograr centrarnos en sus palabras hasta que, finalmente y creo que de forma deliberada, añadió potencia a su narrativa mientras atenuaba expresividad:
“Mi abuela trabajó estas tierras como si fueran suyas, aun antes de serlo, y las amó tanto que su piel se oscureció hasta alcanzar el mismo color que los terrones recién separados de las cepas. A mi abuelo, que por entonces no era quien fue, eso le fascinaba, y la contemplaba ardiendo en deseos de acariciar sus mejillas y probar si sabor. Ella lo miraba de frente y le sonreía, eso lo enamoraba todavía más, si cabe. Cada día, al final de la tarde, después de una dura jornada, aun les quedaban fuerzas para un paseo por los viñedos, entre sarmientos y cepas, que remataba en la bodega, donde preparaban carne a la brasa que disfrutaban regándola con el buen vino que siempre regalo esta tierra. Muchos años buenos siguieron a su boda, alegrías y penas entre hijos y nietos que convirtieron en reales sus sueños.
Cuando a la abuela se le agotó la salud, supo desde el principio que no se recuperaría, así que no quiso alterar en lo más mínimo ni su vida ni su suerte. Una tarde se durmió bajo el roble centenario del alto de la loma, único testigo de su declaración de boda, y no despertó. Allí mismo quiso el abuelo que se ubicara su última morada y tan noble árbol la arropo siete años mas antes de secarse. El abuelo mando talarlo y, con sus propias manos, confeccionó una gran barrica que ubicó en lugar preferente en su amada bodega. Jamás se llenó, condenada a estar siempre seca, cayó en el olvido.
Una noche de otoño, tras la cena, el abuelo dejó la mesa, cogió una copa de cristal fino, se fue a la bodega, se paró frente a aquella barrica de roble y sacó la espita. De su vientre, supuestamente yermo, comenzó a manar vino. El abuelo llenó la copa, volvió a mesa y la ofreció a la mayor de sus nietas que, tras probarlo, quedó sorprendida no solo de su calidad, sino de su familiar sabor y aroma, el mismo olor a canela que no había vuelto a sentir desde que murió la abuela.”
Han pasado muchos años desde entonces y, aunque nadie la llena, la barrica siempre está repleta. De ella extraemos vino en ocasiones especiales, como esta, por eso lo tienen en sus copas y ustedes me dirán si no están de acuerdo con ella, conmigo, en su carácter excepcional.


20. LA CASA DE UTIEL
Marisa había salido de Madrid temprano y después de unas horas de conducción con su Renault automático, lo hacía –canturreando- por la autovía con destino a Utiel. Pronto haría una parada para estirar las piernas y sobre todo para consultar el mapa. Pues no conocía la zona y quería seguir el tramo correcto que la llevara a San Antonio de Requena. Su deseo era llegar hoy a la Casa rural “Los Balcones de Oleana”. Había contactado con sus dueños –Miguel Angel y Laura, descendientes ambos de viticultores- y ya esperaban su llegada. Irradiaba entusiasmo y anhelaba pasar unos dias en ese lugar para ella desconocido, gracias a una beca de estudios recién ganada.
Era estudiante de Enología y paseadora de perros en sus ratos libres. Había programado visitas de estudio a alguna bodega, como La Madroñera y sobre todo la encantaría poder visitar la primera bodega con referentes de mujeres y catar algunos vinos inspirados al parecer en ellas, como los “Constantia Joven” y “Constantia Crianza”, con éxito ya en el mercado vitivinícola, así como la variedad “Bobal”.
Miró de frente, a la derecha…. La zona era hermosa, cuajada de viñedos y los pinos y madroños que salpicaban el paisaje, hacían que éste fuera encantador. Le agradó el ambiente limpio y fresco que se respiraba. ¡Disfrutaría del campo como una abeja!.
Por fin llegó a la Casa, que le impresionó gratamente y que haciendo honor a su nombre, disponía de varios balcones. Aparcó a la primera, aunque tal vez demasiado cerca de un deportivo rojo que llamaba la atención. ¡Vaya carro! –pensó-.
Seguidamente se dirigió a Recepción y no había empezado a identificarse, cuando empezó a sonar una alarma insistente que le pareció la de su coche y otra a la vez, que entre ambas rompieron en estallido la tranquilidad del entorno.
Salió disparada y sin poder evitarlo, en la puerta tropezó con otra persona -el dueño de la otra alarma- quien la tomó en brazos para evitar la caída. Entre disculpas y sofocos ambos pudieron salir. ¡¡Era el dueño del deportivo!! Tuvo que reconocer su culpa por aparcar tan cerca y dar lugar a que la sensible alarma empezara a solicitar la atención de su dueño. Volvió a excusarse y terminó aceptando un vino de origen local.
Era un chico algo mayor que ella, pero por lo que pudo comprobar, muy ameno y agradable en su conversación. Al enterarse de que su estancia estaría interesada en viñedos y bodegas, se identificó como el enólogo de una de ellas, ¡La Madroñera!.
Quedaron para el día siguiente y … ¡después de varios años, aún siguen juntos!...




21. Intrigas y secretos en la Plana de Requena-Utiel
Un frío intenso recorría la plana de Requena-Utiel, empezaba a anochecer y eran los primeros compases del nuevo año que apenas se había estrenado hacia unos días.

El músico, con su inseparable trompeta y la calefacción del coche a tope, se dirigía desde su casa en el barrio marinero del Cabanyal, a la no muy lejana Ciudad de Requena. Acudía a un ensayo de la recién creada Orquesta Sinfónica de Requena, a donde había viajado en alguna ocasión para colaborar con la sinfónica.

Tenía previsto llegar al teatro Principal de Requena, en donde se gestaba la nueva orquesta antes de que se pusiera el sol. Veía, a través de la ventana algo empañada de su utilitario, los últimos kilómetros que le separaban de su destino. Transitaba por un paisaje cubierto por una fina capa de nieve que cubría los viñedos, producto de las últimas lluvias que el frío depositó en forma de copos sobre las viñas ahora desnudas de hojas. Cuán diferente era el paisaje que jalonaba la carretera desde las primeras veces que subió a Requena, a aquellos primeros ensayos de la orquesta a finales del verano con las hojas verdes y sus racimos de uvas negras y maduras. Paisaje que en unas semanas se manifestaría en tonalidades ocre.

Mi amigo, el músico que me propuso integrarme en esta apasionante aventura de alumbrar una nueva Orquesta Sinfónica en esta Villa de Requena, me estaba esperando ya a las puertas del teatro Principal.

Reparé mientras estábamos en el ensayo, que había una persona que no me dejaba de observar, luego supe que se trataba de alguien ajeno a la orquesta y que no se encontraba allí por casualidad. Esto lo supe después y lo comprendí demasiado tarde.

Quedamos al acabar el ensayo, en tomar un tentempié antes de iniciar el regreso a mi casa del Cabanyal. Estábamos reponiendo fuerzas con un guiso, ajo arriero y embutido de la zona y volví a ver al mismo individuo en la tasca que estaba situada al pié de La Fortaleza. Tuve que acceder a los lavabos, di unos traspiés y acabe sumergido en la oscuridad de un laberinto de cuevas al que se accedía por los bajos del edificio. Allí me encontré de bruces con el enigmático personaje, se abalanzó sobre mí tratando de inmovilizarme, en ese momento se encendió un viejo candil de hierro forjado y se iluminó la estancia con una tenue intensidad. Pude distinguir tinajas, unos alambiques, probetas y otros utensilios propios para la elaboración vitivinícola junto a unos cuantos barriles de roble viejo, era como si estuviera inmerso en un museo etnológico dedicado al díos Baco. La persona que me retenía, me inquirió vehementemente sobre unas supuestas formulas que yo habría intentado sustraerle del laboratorio. Tras el interrogatorio y aclararle que de ninguna manera tenía algo que ver con lo que insinuaba y menos que estuviera relacionado con alguna bodega de fuera de la comarca, me comentó que le habían hecho saber, que alguien, trataba de obtener los resultados de sus estudios de enología que estaba preparando como tesis de graduación y que auspiciaba la Denominación de Origen Utiel-Requena.

Una vez aclarado todo, subimos a la planta baja y pudimos en su compañía terminar de cenar antes de mi vuelta a casa en una tarde-noche algo agitada y de intenso frío.





22. DIAS DE BERTA
- Berta, cálmate – le dijo Oriol, uno de sus capataces, porque estaba muy enfadada.
Bueno para empezar: Berta era la dueña, capataz, trabajadora, y además era soltera, por eso dedicaba tanto tiempo a sus viñas . Era muchas cosas a la vez en su gran bodega junto al río Magro, en Utiel, ella se consideraba la terrateniente en 45 kilómetros de diámetro, con mejor vino y con los trabajadores más dedicados de la zona. Su carácter era muy fuerte, la consideraban la Angela Chaning española. También era muy orgullosa y aparte de su tradicional negocio desde hacía 250 años, presumía de haber tenido familia en Los Villares , en la antigüedad conocido como Kelin teniendo ya el negocio del vino como forma de vida. Pero eso jamás lo pudo demostrar. Lo que estaba claro es que sus vinos eran de los mejores de Valencia.
A pesar de su fortaleza ella tenía una gran virtud, era muy buena con sus empleados. En cada uno de sus viñedos vivía una familia. Todo el mundo quería mucho a Berta, pero no todo va bien siempre, ella también vivió en su vida un gran problema, quizás no debería haberlo sido. No tenía necesidad de complicarse, tenía suficiente dinero para vivir tranquilamente el resto de sus días y el de otras muchas vidas. Todo empezó cuando un día recibió una carta del Consejo Regulador convocando al sector bodeguero de toda la Comunidad Valenciana. Berta supo en el mismo momento de recibir ese escrito que algo ocurriría con sus viñedos. Era consciente de que estaba incumpliendo algunas normas, pero jamás le había dado importancia, pensaba que al estar ayudando a crear trabajo nunca se meterían con ella.
Llegó el día y la hora de la citación, estaban reunidos en una sala enorme, conocía casi a todos los allí citados. Había gente muy importante, pero la presencia que más le preocupaba era la del representante del Gobierno Valenciano. Por otra parte estaba tranquila al estar allí presente también el asesor jurídico del Consejo Regulador de Utiel-Requena, que defendería la postura de todos los viticultores de la zona.
Después de las presentaciones llegaron las acusaciones a los delincuentes del terreno no edificable, por ser rústico. Uno a uno les fueron entregando la ejecución de derribo de la edificación ilegal. Tenía un plazo de veinte días para realizar el mandato. Oriol tuvo que sujetarla, estaba entre mareada y ofuscada de ira.
- Jamás derribaré nada de mis terrenos, ¿ qué hago con la gente, los dejo en la calle?.
El representante, se marchó corriendo de la sala de juntas por temor a las represalias. Organizaron diversas movilizaciones y huelgas dentro del colectivo del vino, amenazaron con no producir más, pero no les sirvió de nada.
Todos tuvieron que hacer los cambios exigidos, lo único que ganaron fue un poco de tiempo.
En breve, Berta consiguió de nuevo reestablecer su orden. Sus empleados le estaban muy agradecidos por todo lo que había hecho. Lo único que tuvo que hacer es reajustarlos en las viviendas existentes, el trabajo no hubo que tocarlo ya que cada uno seguía con su trozo de viñedo.
Pasado cinco años falleció en su casa, la encontraron con varios papeles bajo la mano. Era su testamento. Un día fue al abogado para cambiarlo, y como sabía que si le pasaba algo, serían sus fieles quienes la encontrarían, quería darles una última alegría. Les dejaba cada una de las casas en las que vivían. La familia que se quedó sin casa por el derrumbe, no se quedó esta vez sin nada, les había dejado su casa. Desde el día de su muerte, mejoró aún más la calidad del vino, y en esas tierras siempre se respiró armonía. Nunca se olvidaron de Berta, su presencia en las tierras estuvo presente de por vida.




23. EL PIMPOLLO DE PINO
Nos alejamos de Valencia, después de cinco horas de viaje, el paisaje cambia;
La carretera asciende por una pronunciada cuesta, no mucho después de pasar Buñol.
Se ven viñedos a ambos lados del camino, sobre laderas y valles, un río nos acompaña, el “Magro”; atraviesa la tierra sembrada de viñas. Me transporto.
Nos acercamos a Requena. Sé de ella, que fue distinguida como la ciudad de la viña y el vino, que tiene un monumento a la viña, un museo... que bendicen sus mostos y hacen honores a sus uvas, tierra de vinos.
Son las diez de la mañana, paramos. El cansancio del viaje hacen mella en mis piernas y sobre todo en mí estómago, tengo hambre, la gente se revuelve en sus asientos, la mayoría nos conocemos de otros viajes.
Bajamos del autobús sin saber muy bien que tenemos que hacer, pero está todo controlado, nos dirigimos hacia una cafetería bajo la atenta mirada de los vecinos que sonríen, augurándonos un día feliz.
Esperamos impacientes al que será nuestro guía por esta tierras, mientras tanto el amable camarero nos ofrece un buen almuerzo consistente en un magnífico plato de embutidos de la región, después de reponer fuerzas los nervios no me dejan parar ¿cuándo vamos a bodegas? Es mi pregunta.
Un señor sonriente se acerca al jefe del grupo, ya está todo listo, empieza la aventura.
Volvemos al autobús y después de recorrer unos pocos kilómetros nos desviamos hacia caminos que sólo nos muestran el paraíso de la viña,
Allí el aire huele, el viento acaricia, y las cepas nos hablan de otros tiempos, de otros hombres, de libertad. La tierra es roja, las ramas de las cepas apuntan al cielo y los troncos retorcidos dibujan la tierra, es la Bobal,
Cepa vigorosa, resistente, como sus vinos, intensos, nos hablan de ella, de su productividad, de lo generosa que es. Después la visita a la bodega se hace caprichosa, ese olor a vino hace crecer en mí esa curiosidad de saber su secreto, su elaboración. Allí palabras expertas nos guían por todos los rincones de la bodega, respondiendo a todas nuestras preguntas; y el apetito se vuelve a abrir, ¿será el vino? Bueno, seguimos a los expertos y allí mismo nos deleitaron con otros de sus productos “la torta de jamón y sardinas” que acompañado con la frescura y la grata complejidad de la Bobal se convirtió en un auténtico manjar. Después continuamos camino, nos dirigimos a San Antonio de Requena allí continuaremos nuestra visita por los viñedos y descansaremos en Balcones de Oleana, donde estoy segura nos reconciliaremos con el mundo frente a una copa de vino.
Cuenta la historia que siguiendo la tradición medieval, allá por el siglo XVI-XVII
Algunos cosecheros podían vender el vino en sus casas, estableciéndose turnos entre ellos y avisando al público mediante un pimpollo de pino, que se colocaban en la puerta a modo de reclamo. A Utiel-Requena le falta muy poco para que el resto del mundo vea el pimpollo de pino, mientras tanto seremos unos pocos los que disfrutemos de ella, nadie puede discutir que el mediterráneo fue un mar de vino, por él navegaron en sus ánforas los vinos romanos, las cepas; el vino es viajero, igual que yo.



24. EL CORAZÓN
Los rayos de luz se colaban a través de la ovalada copa de vino. Los destellos circulares bailaban con el caldo rojo. Dio un pequeño sorbo de la copa y ese sabor afrutado y delicioso lo transportó a tiempos pasados, con nostalgia miró dentro de sus recuerdos.
Aún le parecía ver delante de él a esa mujer, esa bella hechicera que un día le susurró al oído con un halo de misterio "Tu corazón será mío y si no me crees pregúntaselo al vino".
Aquella tarde juntos endulzaron sus bocas con el aromático jugo rojo y por fin el vino habló a través de él "Mi corazón te pertenece".
Ella sonrió satisfecha y dijo <Cada vez que bebas este vino te acordarás de mí, tu corazón ahora es mío. Pero recuerda que yo no te prometí mi amor yo soy libre y nunca me tendrás>
De pronto con un gesto de dolor en su rostro, el contemplo su belleza, nunca imaginó que aquel ser angelical en realidad era el mismísimo Lucifer, pues con su crueldad lo condeno a beber ese vino para siempre, ya que ese era el único modo de sentirla un poco más cerca de lo que nunca la tendría.


25. LA PROMESA
Una suave brisa recorre los caminos levantando un murmullo de hojas, sentando en un pequeño banco vengo a agradecer a estas viñas todo lo que me han dado en esta vida.
Cuando era solo un niño, mi madre enfermó gravemente y yo fui corriendo a las viñas y les hice una promesa "Por favor vosotras que sois el fruto del esfuerzo de mis padres, que les habéis dado tantas alegrías y les habéis sacado de la pobreza, ayudarme a salvar a mi madre, no dejéis que se muera y yo prometo cuidaros y atenderos hasta mis últimos días, jamás os abandonaré".
No sé, si fue aquella promesa o el vino de aquella cosecha, pero paso el tiempo y mi madre se curó. El día que se levantó de la cama, corrí por las viñas y gritando de rama en rama fui dando las gracias a todas ellas. Desde entonces trabaje duro en el campo y nunca me queje. Mis padres estaban sorprendidos por mi amor hacia esas tierras y aunque tenía más hermanos, por mi esfuerzo y devoción me dejaron en herencia el poder de administrar esas viñas. Trate de no ser avaricioso y siempre contrate a toda la gente que necesitaba el dinero para salir adelante. Me case con una buena mujer que adoraba estas uvas y su delicioso vino y mis hijos crecen felices en estos campos.
He llegado a la conclusión de que si tu les das amor a estas viñas estas que son muy numerosas multiplican ese amor haciendo felices a todos los que las han cuidado. Hoy se, que me quedan pocos días, y que mejor lugar que este para pasar mis atardeceres con una buena copa de vino fruto del trabajo de todos estos años.


26. VENENO
Gotas de lujuria se derraman por mi seca garganta, acerco la copa a mi boca una y otra vez, pero es ese sabor maldito el que me hace recordar que tu amor ya no es mío. Quise consolarme con el vino en esta lúgubre bodega alejada de todo, pero no sirvió de nada. Tu imagen persiste en mi mente, no puedo apartar de mi cabeza la visión de tu pálido rostro, miro la copa y veo tu vestido rojo… No tengo nada que hacer, sumido en la tristeza recuerdo tu aroma, el sabor de tus labios a vino.
Sé que estoy muriendo por tu veneno, tú misma me dijiste, que en una de estas botellas encontraría tu amor y en otra tú pócima maldita. Como salida de un cuento, te transformaste en un escorpión y me inyectaste tu ponzoña directamente en el corazón; pero no morí de forma inmediata, deambulo de bodega en bodega buscando esa botella de vino que lleva un poco más de tu amor maldito, porque quiero descansar, ahora que tú te has ido, yo también deseo irme.
Tengo sudores fríos, tu veneno sigue extendiéndose. De pronto, tengo una corazonada, avanzo prácticamente arrastrándome, empujo la verja de lo que parece la última finca del camino. Un sirviente se me acerca, yo con la voz más firme que me puedo permitir, digo la frase que más he repetido en los últimos tiempos, “Busco el vino de Requena, néctar de los dioses para todos, veneno de mi amada para mí”.
-Señor, nos queda una sola botella-
-Pues joven sáqueme una copa para disfrutar de ella-
Sobre un barril polvoriento, tomo yo la botella de veneno, hasta que llega mí último aliento. Me deleito pensando que pronto estaré de nuevo junto a ti. Apuro con una sonrisa el licor y pago al criado.
-Soy Pedro de Utiel y quiero que me entierren en la tumba de mi amada, Clara de Requena, señora de este vino.-
Una oscuridad incipiente comienza a rodearme, ya estoy llegando mi bella flor, espérame y juntos beberemos el vino de nuestro amor.


27.
La ventana de mi habitación esta abierta de par en par. Rayos de luz, que iluminan las pequeñas motas de polvo suspendidas por el aire, juguetean entre los pliegues de mis sabanas abriéndose camino por las sombras.

Mientras me estiro para despegarme de las fauces de Morfeo, descubro el cuerpo desnudo de una mujer a mi lado. Ella aun duerme, como el niño que no teme a luz después de haber coqueteado horas antes con la tiniebla.

Es morena, intenso color, casi rojizo. Su piel es tersa, fina y concentrada. Me acerco hacia ella mientras intento descubrir sus olores. Una intensidad de aromas me aborda en el corto camino desde mi lado de la cama al suyo, recuerdos a plantas aromáticas, monte bajo, minerales, frutos negros, tierra húmeda y especias. Pego mi nariz a su pelo buscando la aroma personal de la tierra, tierra de llanura entre montañas, humedecida por riberas.

Acaricio su cuerpo despacio, busco su tambaleo y por fin se gira para mirarme, se acerca y busca la comisura de mis labios, un pequeño roce y otro mas, culminan con un intenso beso, una explosión de sensaciones inunda mi boca; potente acidez afrutada me envuelve con ardiente pasión, sabor a madera noble que poco a poco va dejando paso a una elegante frescura casi eterna mientras se aleja de mi boca. Vuelve a tumbarse, vuelve a dormir.

Me despierto sobresaltado mientras se estrella la copa de vino contra el suelo. Miro a la cama y no encuentro nada. El olor a mediterráneo, la blancura cegadora de la luz y el calor intenso que desprende el suelo con destellos de tierra y vid me descubren durmiendo sobre mi silla apoyado a la ventana.
Todo ha sido un sueño.

Saboreo mis labios, saben a vino, a un intenso y fresco beso de vino.



28. Uva tinta Bobal que corre por mi sangre.
Vino necesario, descanso de la dura jornada. Tomado a chorro de una ya curtida bota. Compartido con pan de hogaza, un buen trozo de chorizo de la bodega y un oloroso trocito de queso curado de oveja. ¡Ah! Sabía a presente… a vivir el momento.
Vino entre amigos, en el lugar de siempre. Con ruido de fichas de dominó, un órdago a la grande, charlando del tiempo que hará, de lo que le pasó a Cipriano, la subida del gasoil… que la hija de la Encarna ha traído un rapaz al mundo… Sabe a futuro con toque añejo.
Pero ese vino tranquilo, esa copa con dos dedos. Arrullada, observada, olfateada y catada. Solos ella y yo. El vino recuerda cada sarmiento cortado, los arbustos cercanos, los frutos que asomaban tras la flor, los mil aromas… y al final el roble. Pero sobre todo recuerda la cepa, bien arraigada a la tierra por sus raíces, que tantos lustros han visto pasar. Paciente y dormida en el frio; dicharachera y jovial al calor. Siempre con buen carácter.
Así recuerdo yo también a mis ancestros. Padres y abuelos vividos, bisabuelos y tatarabuelos narrados con orgullo. Investigación y recuerdo para que no se pierda lo logrado en cada paso.
El caserío, el necesario trabajo al alba, las largas jornadas, el placer de saber hacer un buen pan, cortar o asar el embutido y, sobre todo, crear un buen vino que hoy siguen disfrutando familia, amigos y muchos desconocidos.
Hoy sueño con pasar pronto un par de días en los Balcones de Oleana disfrutando sosegado sin pensar demasiado en el futuro, viviendo el presente y recordando aquellas huellas que se forjaron en el pasado. No se me ocurre mejor manera de disfrutar del vino para alguien que lleva el campo en la sangre.


29. MI NIRVANA
Queridos amigos:

Me gustaría pasar un fin de semana en vuestra encantadora casa rural. Por Valencia he pasado un par de veces pero de puntillas. Y la zona del campo donde se sitúa la denominación de origen Utiel-Requena se me antoja tranquila y al mismo tiempo sugerente.

El vino ha sido como un hilo conductor en mi vida, siempre presente en los buenos momentos, y no lo tengo tan claro en los malos, pero afortunadamente para estos poseo muy mala memoria. Además cuento con unos amigos a los que les encanta el vino, y según dicen en su familia les gusta más el vino que a los jatos la leche, con lo cual siempre que nos reunimos no falta un buen caldo en la mesa y a tanto ha llegado su afición que se han atrevido a plantar viñas en un terrenito que tienen en nuestra tierra: Cantabria, que no hace tanto parecería impensable.

Trasteando por Internet para localizar algún concurso de relatos me topé con vuestra propuesta, haciendo partícipes de la misma a mis compañeros del “Taller Literario Corsarios”. Tenemos la sede en una villa marinera y somos bastante “echaos palante” como nuestro nombre de guerra apunta. Cuando les conté lo del certamen les gustó, pero cuando fui más lejos y les dije que si lo ganábamos podíamos hacer ese retiro con el que fantaseábamos para encontrarnos con las musas y escribir, porque la inspiración también nos puede pillar divirtiéndonos, a todo el grupo les interesó. En nuestras reuniones disfrutamos leyendo las historias que inventamos y las tertulias que se fraguan. Cuando alguno de nosotros consigue un premio lo celebramos con entusiasmo, y también hacemos encuentros con escritores accesibles que ya han publicado y comparten amablemente sus experiencias.

Creo que disfrutar de un fin de semana en una casa rural, rodeados de la atmósfera del mundo del vino, descubriendo en los viñedos y en la bodega la variedad de la uva Bobal tan poco conocida, con el clima mediterráneo muy atractivo para los norteños y con un broche en forma de leña de vid para la barbacoa…

Y así como un día una familia soñó con cosechar buena uva, hacer un vino de calidad y que disfruten los paladares, nosotros soñamos con historias que dejen buen sabor de boca y lleguen a los corazones.

Salud!




30.
A mi compañero de trabajo,Raúl, y a mí, nos habían encomendado la tarea de cerrar un negocio en Utiel. No me apetecía mucho ir, ya que tendríamos que recorrer casi ochocientos kilómetros desde Asturias. Pero no había forma de eludir la faena. Así pues, quedamos ese sábado a las siete de la mañana a la puerta de mi casa. Llevaba una pequeña maleta que contenía el neceser y un fino vestido para la ocasión. Emprendimos el viaje sin demasiada ilusión, al menos por mi parte.
Nos detuvimos varias veces por el camino, para descansar, tomar un café, y en otra ocasión en una gasolinera para alimentar el depósito del coche y el nuestro también, pues estábamos hambrientos. La comida era bastante mala pero el estómago agradeció igualmente que lo llenáramos. Tras ello, proseguimos nuestro periplo poniendo música en la radio, amenizando la travesía. A medida que llegábamos a Valencia el paisaje iba cambiando, y hasta el aire olía diferente. Tras dar varias vueltas, pues el gps del coche parecía haberse vuelto loco, logramos llegar al nuestro destino. Aparcamos a un lado del hotel. Al bajar del coche, un aire cálido y dulce nos dió la bienvenida. Ya casi había oscurecido, pero aún alcanzaba a ver en la lejanía, inmensos campos con diferentes matices de colores. Nos registramos en la recepción y subimos cada uno a su habitación. En una hora cenaríamos con nuestros futuros clientes. Estaba nerviosa a causa de la cena, así que decidí darme un baño caliente para relajarme. Tras ello, me puse el delicado vestido de seda azul, me cepillé el cabello, me puse los zapatos y un chal por encima de los hombros, y bajé dispuesta a hacer un buen negocio. Mi compañero me esperaba ya en la mesa, también se había arreglado, de forma que cuando lo ví, me quedé algo sorprendida. Estaba muy atractivo, con el pelo mojado y peinado hacia atrás, y un traje negro que realzaba aún más sus oscuros ojos. Jamás me había fijado en ellos. Nuestras miradas se cruzaron a lo largo de la deliciosa cena, trabajábamos bien en equipo. El vino fue testigo de nuestros logros esa noche. Tras cerrar el trato, nos quedamos solos celebrándolo. Brindamos por nosotros, por un trabajo bien hecho y por el vino, que era cautivador. A medianoche, como Cenicienta, ya no podía más, estaba derrotada, y subimos a nuestras respectivas habitaciones. Al despedirse, me dió un ligero beso en la comisura de los labios, y me susurró al oído “estás encantadora”. Le sonreí, y quedamos para hacer un poco de turismo al día siguiente. Apenas pude dormir.
El lugar me pareció mágico, sus tonalidades, sus olores, la suculenta comida casera, sus inmensos viñedos. En uno de ellos, al atardecer, cuando el sol teñía de un naranja intenso el cielo, Raúl me cogió la cara entre sus manos, me miró fijamente a los ojos y me besó con una intensidad increíble. Le respondí de la misma forma. Me parecía estar viviendo un sueño, todo era perfecto. El viaje había resultado un éxito en todos los sentidos.
Por supuesto, regresamos a este maravilloso paraíso en la luna de miel.


31. Sarmientos de vida
Desde que mamá nos dejó, han cambiado muchas cosas. He acelerado mi ritmo: atender a papá, a Juanxo y Pere, mis hijos, las clases en el instituto, la casa, no descuidar a Luis, mi marido, los trámites y los papeles…

Sinceramente, tras las vacaciones de Semana Santa y Pascua, necesitaba tener otras vacaciones, pero debía volver al trabajo. En el instituto, el primer día lo dedicamos a la lectura de las redacciones. En las lecturas, los mismos lugares, las mismas anécdotas. Atiendo sin entusiasmo hasta que Ana nos lee sobre su experiencia: Balcones de Oleana. Pido silencio y ella sigue explicándonos las actividades. Me dejo llevar y aprendo de mi alumna.

Pienso en mis hijos, adolescentes necesitados de quemar energías. Me siento sumergida en una sesión de vinoterapia: es como una nueva placenta que me recoge y me recupera.

Cuando llego a casa me sumerjo en internet para visualizar todo lo imaginado. Sueño una chimenea. Sueño espacio para recuperar tiempo con Luis y alejarnos de estos meses últimos, caóticos y tristes. Hemos de darle la vuelta a todo. Fuego que purifica: tronco que arde o brasa que aguarda. Hago la reserva que me pide el cuerpo, que me reclama el alma. Sí. Es el momento de detenerse para que todo fluya.

Imagino a papá saliendo de su ensimismamiento y esbozando pequeñas sonrisas, rodeado de una naturaleza agradecida. El ejercicio enológico, se confunde con el psicológico. Hay un vino para cada momento y cada experiencia gastronómica: la vida nos pide saborearla recién cosechada o conviene madurarla en barrica. Matices de color, textura: vida. Sumiller: el reconfortante intercambio de la experiencia.


Ahora, en Mayo, hay un salto de días, un puente, que lleva directamente a Balcones de Oleana. Estoy allí, abro el balcón para dejar entrar un nuevo momento de mi vida. Todo está y estará bien. Levanto mi copa por mamá y brindo por todos nosotros.


“yo soy la vid, vosotros los sarmientos…”. Necesito, ahora, sentirme sarmiento y alimento. Quiero ser casa pairal de la memoria. Quiero ser para poder dar.




32. La correspondencia
“¿Qué son todas esas cartas?”, preguntas.
Me has sorprendido sentada frente al escritorio, de madrugada, pluma en mano. Tomas los sobres y, un poco adormilado aún, buscas respuestas curioseando la identidad de los destinatarios.
Sé que estás confundido. No sólo por mi nocturno arrebato epistolar, sino también por lo desconocidos que te resultan nombres y direcciones. No me malinterpretes, no soy mujer de secretos. Si estoy levantada a horas tan intempestivas es por saldar una deuda existencial.
“¿Quiénes son?”, preguntas.
Te extrañarás aún más si te digo que las cartas van dirigidas a varios agricultores y bodegueros laboriosos. A todos ellos quiero darles las gracias. Gracias por sacarle el alma a la tierra en forma de vid; gracias por exprimir su espíritu para nosotros. Tú no lo sabes todavía, pero ellos le han puesto los cinco sentidos al amor que, brindando con su excepcional vino, hoy tú me has fiado.



33. EL VINO DEL ABUELO
Estaba en el súper comprando los ingredientes de la cena, quería lucirme y quedar bien con mis amigos, por lo que me esmere en la elaboración del menú, solo quedaba elegir el vino mas apropiado para la ocasión, fui a la bodega, teniendo claro que necesitaba un tinto de crianza.
Siempre dejo para el final la búsqueda del vino, pues me encanta pasearme por los distintos pasillos de la sección y mirar las estanterías repletas de botellas de buenos y variados caldos españoles, entre los amigos competimos por encontrar el mejor, y gran parte de la conversación esa noche irá en torno a defender cada uno su preferido, que si los de la Ribera del Duero, ó los de la Mancha, muchos prefieren los de la Rioja, otros los de Utiel Requena…
Mis ojos se detuvieron frente a una botella desconocida, “elaboración artesanal”, decía la etiqueta, sin dudarlo, cogí la botella, seguro que nos daría tema de conversación esa noche.
_”Me recuerda al vino que hacia mi abuelo Juan Manuel”_ comentó Antonia; tras insistirle paso a contarnos su historia.

“Tendría que ser muy pequeña, a pesar de ello, recuerdo haber visto a mi abuelo pisando la uva. Todavía estaba joven, y su cuerpo se mantenía fuerte y esbelto. Estaba pasando unos días con los abuelos, pues mis padres estaban de viaje, por eso me percaté de todas las labores de esos días, mas tarde, me fui enterando de detalles que complementaban lo que de niña había observado.
Mi abuelo cultivaba una viña de cepas en el campo de Utiel, el fruto que daba era una uva negra, de granos pequeños y jugosos, muy dulces.
En las cuadras se encontraban las mulas que tiraban de los arados, cada una del suyo, se araba la tierra después de llover, pues como decían los antiguos “después de llover la reja del arado llevaba agua” para significar la importancia que tenia esta labor para la futura cosecha, ya que era un cultivo de secano y solo dependía del agua que cayera del cielo, no se utilizaban ni abono ni insecticidas, el cultivo era ecológico, como diríamos hoy.
Después de cortar los racimos, mi abuelo tenia la costumbre de dejarlos algún día al sol, otros campesinos no lo hacían, el decía que eso le daba mas graduación al vino, y debía de ser verdad, pues siempre tenia vendido su vino, y apenas si le quedaba para su consumo, llegando a enfadarse algunos vecinos si la cosecha había sido escasa y no había para todos.
Recuerdo ver a mi abuelo sentado en una silla, con los pies en una zafa llena de agua, y a mi abuela lavándoselos concienzudamente, luego se los secaba y procedía al pisado de la uva.
No se bajaría de la cuba de madera hasta que no terminase su labor, con cuidado, con mimo, con amor.
El mosto iría directamente de la cuba al barril de madera, de unos quinientos litros, previamente se habría lavado a fondo con agua y jabón casero, y se habrían quemado unas “pajuelas de azufre” para desinfectarlo.
Hasta aquí es lo que conozco, lo que hacia después mi abuelo y el lento proceso de fermentación hasta convertirse en un oloroso, brillante, color rubí y un sabor…dicen que sabia a frutas, tuvieron que pasar varios años hasta que aprendí a degustar el vino y apreciar su sabor.
Por desgracia mi abuelo murió y con el su secreto, ya que ninguno de sus hijos, ni nietos, quiso seguir la tradición familiar.”


34. LA ÚLTIMA UVA
Al pie embarrado le siguió su contrario, y después, inclinado sobre aquella tierra como el árbol que crece castigado por el viento, Andrés cimbreó su cuerpo nervudo en un difícil equilibrio mientras afrontaba la última cepa de la cosecha. Estaba exhausto y necesitó respirar hondo. Los calambres en las piernas amenazaban con derrumbarlo, en la espalda recibía punzadas cada vez más prolongadas, y los brazos, envueltos en piel abrasada al igual que el cuello y la cara, mostraban manchas de sangre, de cortes, de heridas, de todo aquello que habla de la lucha desigual entre el hombre y la cepa, entre el dueño y la tierra.
El cielo purpurado anunciaba el fin del día, así que se apresuró a hundir la tijera en aquella vida de madera y cortó con decisión, como siempre habían hecho su abuelo y después su padre. Un racimo cayó sobre la mano que esperaba el fruto. Luego, otro. Y otro. Y otro. Los arrojó sobre el capazo rebosante y volvió a tomar una bocanada de aire limpio. Dejó entonces que las tijeras se hundieran en el suelo, y a continuación cedió a las quejas de su cuerpo y se desplomó sobre la tierra cerrando los ojos. Había terminado. ¡Por fin! No pensaba que aquellos serían los veinte días más duros de su vida. Había desoído la advertencia de su hermana, que le había llamado al despacho de la planta 20 desde el que gobernaba su empresa de ingeniería industrial. «Mi piel olvidará por unos días la alpaca de estos trajes», sentenció para acallarla, y después, con mayor suavidad, abandonando el tono que utilizaba con sus empleados, le dijo que realmente lo deseaba, que si aquel verano tenía que vendimiar con sus propias manos las tierras de San Antonio era porque necesitaba reencontrarse con sus raíces.
Abrió entonces los ojos y comenzó a llorar. Por primera vez se sentía débil y vulnerable como un pájaro roto. Se daba cuenta de que aquellos trabajadores de la tierra a los que siempre había mirado con superioridad, sus propios padres incluso, habían sido realmente admirables, gentes abnegadas, héroes anónimos. Y más aún: vio su existencia hasta aquel mismo instante como algo fútil, un todo de vanidad en el que no dudó en incluir los dos chalets, la lista de coches, el golf, los restaurantes caros en los que le reservaban siempre su mesa junto al fuego cuando el invierno blanqueaba el paisaje.
Sin embargo, al poco sonrió. Lo hizo al descubrir una última uva que colgaba balanceándose por la suave brisa. Al contemplarla bajo el postrero haz de luz anaranjado con el que se despedía el día, mientras se acercaba a ella y acariciaba la piel de seda de aquella minúscula esfera, comprendió que aquella tierra fértil no le pertenecía, sino que era él quien pertenecía a la tierra, que se hallaba fundido a ella, formando un solo cuerpo de sangre y de alcohol, de huesos y de raíces. No la cortó, porque aquello habría significado completar la vendimia y se consideraba indigno de igualar la labor de tantos y tantas mujeres del campo.
Por ello, cuando se encaminó hacia el hogar de su infancia, reconvertido ahora en casa rural, y desde su habitación se apoyó en la barandilla de forja desde la que solía contemplar la vega del río Magro con esa libertad que sólo puede proporcionar la despreocupación infantil, notó que sus labios necesitaban decir algo importante y se abandonó a ellos. Levantó para ello la cabeza hacia el lugar del cielo en el que siempre había situado imaginariamente a sus padres:
-Me quedo aquí para siempre –sentenció, y después volvió a sonreír.




35. Besos de sangre
Y allí volví a besar esos labios con sabor a uva y vida. Allí, en la cima del cerro donde tantas guerras han sangrado lo que ahora son verdes viñedos, regreso a rozar de nuevo tu piel caliente, sedienta del vino del que nos enamoramos hace tiempo. Quizás no con la misma pasión que el primer día, pero si con la misma paz inquebrantable que rompimos con el último brindis roto de dos copas de cristal que se desean.
Miro a tus ojos, tan brillantes y salados como el agua del mar que silva con cuidado desde Valencia, hasta unas vides que se refrescan del aroma delicado del río Magro, y se distraen contemplando la sierra de Torrubia.
Mientras nuestras bocas se vuelven a buscar desesperadas, recuerdo tu aroma que me transporta al sabor dulce de la fruta madura convirtiéndose en este líquido que me rodea y del que todo se impregna. Es como un abrazo roto de mis manos con tu cintura, como el aire denso que respiraban aquellos que hace años trabajaban el fruto con sus pies.
Por fin mis labios te llegan a tocar, nerviosos, ansiosos, tímidos, excitados como el primer día que te probaron, y un escalofrío de placer recorrió todo mi cuerpo con la fuerza de las mil caricias que desgastaron mis sentidos. Ahora mi cabeza pierde la batalla con los instintos y me vuelvo igual de salvaje que aquellos pioneros del neandertal que crearon esta cábala para los sentidos. Mi lengua sangra de nuevo tus besos, y aunque sea por un instante, mi corazón vuelve ser feliz.



36. Nuevo hogar
La noche silba en torno a los arboles, los sentimientos sentados alrededor del alma, el espíritu y el corazón, como un día de pascua, un lunes en que el sol desciende más tarde porque se queda a jugar, a reír, a mirar y sonreír y vivir y dejar vivir.
Por la tarde fui a l río Magro, salí de la bodega para disfrutar la primavera alegre de mi vida y del año, dos botellas de vino local y un trozo de chocolate me acompañaron. Las veredas hacia el río son pacificas y tranquilas, rodeadas de viñedos verdes, la misma esencial ingenuidad de los aromas de la juventud, mezclados con los taninos de un vino con denominación de origen, que son difíciles de encontrar pero fáciles de reconocer su gran placer implícito. “Buenas tardes señor, ¿listo para la degustación?” un viticultor atento en cada bodega repleta de toneles de roble, amabilidad de sus habitantes, dedicación en sus sabores. Pasar una semana en este paramo alejado de Valencia y de México, mi ciudad natal, pero que sin duda, me hacen sentir mejor que en casa con sus atenciones. Una degustación en la bodega, una caminata por los viñedos y dos pueblerinas alegres, cada elemento que me está cautivando, al punto de querer establecerme ahí, no esperar mi jubilación, que manera de vivir sería: Dormir bajo un cielo despejado, andar entre el campo y saludando y platicando con la gente, mientras escribo, mientras consumo mis suspiros y mis sorbos de Bobal. A falta de otra palabra, sería perfecto.
Sentado sobre el fértil suelo, con mis piernas cruzadas y mi nuevo hogar tras de mí, esa misma tarde decidí quedarme y no volver a México.




37. LA RUTA DEL VINO

Pilar Rodríguez Martos, ejecutiva de una gran firma internacional, no le gustaban las visitas programadas a los sitios más típicos de las ciudades donde se celebraba el congreso anual de su empresa; sin embargo, este año la asamblea era en Valencia y no pudo escabullirse del itinerario proyectado por su jefe, ya que le tocó ser la delegada de su región y tenía que cumplir con lo dispuesto por éste. Subió al autocar enfundada en unos tejanos y camiseta de Dolce y Gabbana, botas de tacones altísimos y escuchando música clásica en su iPod. Se sentó en uno de los asientos y tras unos minutos de viaje, su compañero le habló:
-Me llamo Alejandro Martínez y soy el delegado de Andalucía. Quería felicitaros por esta magnífica idea… Me interesa muchísimo el enoturismo y el vino de Utiel-Requena es uno de los más exquisitos que he tomado nunca…
Pilar le sonrió y le agradeció su comentario. Después siguieron charlando hasta que llegaron a uno de los pueblos que estaban señalados en la ruta. La Bodega Redonda la dejó sin habla durante minutos. Allí pudo contemplar las colecciones de aperos de labranza, las fotografías antiguas, el espacio dedicado a las destilerías de licores de finales del XIX… Se sintió transportada a otro tiempo y a otro espacio y cuando el enólogo les explicó cómo se cultivaban las vides, la crianza y el embotellado de los caldos… Pilar Rodríguez imaginó ser una de aquellas campesinas que sonreían en los retratos de color sepia. Cató el vino de los toneles, recorrió el entorno paisajístico junto a los demás y finalmente degustó el sabroso menú en el hotel rural.
Cuando ella volvió a acomodarse en el asiento del autobús ya había anochecido. Alejandro Martínez suspiró y la miró sonriente:
-He pasado un día estupendo… Gracias, Pilar. No lo olvidaré nunca. -Y señaló su bolsa con las botellas de tinto que se llevaría hasta su Granada natal.
-Yo tampoco lo olvidaré nunca…
Pilar Rodríguez Martos se convirtió en una experta de aquel circuito vitivinícola y cada vez que algún representante de la compañía visitaba Valencia, la ejecutiva que antes aborrecía las excursiones, preparaba animosamente una jornada inolvidable para sus visitantes.
Su jefe le preguntó un día:
-Pilar, ¿Por qué este cambio si antes prácticamente detestabas viajar por los pueblos?
Ella suspiró antes de responder:
-La experiencia que tuve el año pasado fue tan fascinante que disfruto organizando los recorridos, además, el vino de Utiel-Requena merece la pena, ¿verdad?
Don Andrés rió y luego entró en su despacho. Pilar buscó el número en su agenda y segundos después reservó el fin de semana en la casa rural. Una sonrisa iluminó su rostro al colgar. Pronto, regresaría a aquel mágico lugar.



38. IN VINO VERITAS.
Nada sé yo de verdades ni mentiras. Más me dicen los nombres de Magro y Cabriel. Nadie me ignora. Nada me quiebra. Transparente es mi ser. Soy cuna y tumba, ahora ya adulta, ahora ya con sed. Por ignorante, atrevida, pero fiel devota del pentateuco sensorial. Nunca ebria, nunca sobria, acuno muda pulpa. No sobro ni falto: la medida justa. Sin su génesis nada sería: arranque no de barro, sino de limo, arena y arcilla. No soy ibera como él, más árabe que cristiana. Me libera un paladar cauto, una mente sana. En mi finura se escurre el caldo de esta tierra y a los dos nos adulan. Él tiene bravura suave, esencia nunca caduca. Me acarician unos labios, me arropan sus comisuras. Beben de mí hasta quedar impoluta. Gota queda sobre mi cintura, vestigio del sabor de la luna. Impregnada me quedo de la albura de las haciendas que fortuna hizo madre de mi augusta bebida. Sólo copa soy, aunque de mí catan con donosura. Culta es mi poción y nadie le disputa en sabor y textura. En mi locura cuerda el aroma se engalana de la frescura de arcanos Binaderos. Contengo fluido sano, néctar de Baco, licor de acero. Astuta es la mano que me sostiene y de mí bebe el vino. Bobal le susurran mientras oyen sus latidos. Corazón tiene cada uno de sus sorbidos. Yo no me olvido de que soy entonces trono: no me importa ni llevar cetro ni corona, sé que porto oro. ¡Aleluya! De nuevo me rellenan, el paladar repite, el gusto se llena. ¡Hm! El tinto a nadie amargura cede; al contrario, a todo sibarita ayuda. Cae en cascada, rutila, lo menean… De ningún modo me dejan llena. Reboso contento. ¿Alguno más se atreve a probar esta aventura? Yo ya dejé de ser turista, ahora soy de Oleana. Nada sé de verdades, nada de mentiras, pero mucho más sí que sé de viñas y de vida.




39. La esencia
Recuerdo que la noche anterior a que el apareciera hubo luna llena, aunque no fue una luna corriente, sino una de esas enormes lunas de color carmesí; de las que según las viejas adelantan los partos de los animales, provocan mareas inmensas y son augurio de grandes cosas.
A la mañana siguiente me encontraba en la tienda que tengo en la planta baja de la casa. Es uno de esos pequeños comercios en los que se vende desde el pan hasta el detergente para la ropa, como las que hace años había en los barrios de todas las ciudades y que ahora solo sobreviven en los municipios más bien pequeños y de difícil acceso como es el Pueblo. Cuando el Extranjero entró en la tienda, y con ese sencillo acto en nuestras vidas, causó un gran revuelo entre las comadres que estaban haciendo la compra, conmoción que merced a ellas se extendió en pocas horas por toda la Comarca. Buscaba alojamiento, así que le ofrecí una de las habitaciones de mi casa, pues no sería exagerado considerarla como el hotel local.
Ni que decir tiene que el Extranjero se convirtió inmediatamente en el epicentro de los rumores y en el eje sobre el que orbitaban gran parte de las esperanzas, de los sueños y de los secretos anhelos que habitaban en el inconsciente colectivo de los habitantes del pueblo. Para algunos era un delincuente huido de la justicia, para otros una persona arruinada que venía de la Ciudad buscando una nueva oportunidad, un simple loco según unos y un excéntrico para los que creían que era rico. Todos se equivocaban.
-Busco el sabor perfecto –anunció al poco de llegar.
Puedo atestiguar que durante los doce meses siguientes el Extranjero puso en este empeño todo su corazón y toda su fuerza. Durante el día recorría la comarca, buscando los ingredientes para su creación entre las bodegas y las vides que crecían salvajes en los lugares más inaccesibles de la Sierra; andaba con los ojos desorbitados y las uñas llenas de tierra de un lado a otro como un alma en pena, y dedicaba las noches enteras a encontrar el equilibrio perfecto entre las partes como si fuera un alquimista en busca de su Piedra Filosofal.
El día que anunció que la búsqueda había concluido, los poco más de cien habitantes del pueblo vinieron a probar el prometido elixir uno por uno, con la devoción y el respeto reverencial propio de una celebración religiosa. De hecho tras saborear el vino no faltó el que creyó sufrir un éxtasis, y el más frío de los vecinos apenas si pudo contener las lágrimas al saborear el prodigioso elixir.
-No, no encuentro… –dije confundida, al no percibir el matiz tan singular que habían apreciado los otros cuando llegó mí turno. Él se limitó a sonreír y dijo.
-Después de mucho tiempo buscando me di cuenta de que nunca podría crear un vino que pudiera contentar a todo el mundo, así que lo que hice fue concebir un líquido en el que cada persona pudiera verter sus deseos más profundos. Ahora que sabes esto, ¿querrías probarlo otra vez y decirme a qué sabe?
-Sabe como los labios de un extranjero –confesé tras un segundo sorbo.
La luna anunció la verdad aquella noche, pues tras estos sucesos ambos encontramos lo que deseábamos con mayor pasión, aunque ninguno de los dos sabíamos qué buscábamos realmente.




40. EL VINO Y NOSOTROS
He vuelto a esa viña, esa que abraza el monte De Ongíl, igual que tus brazos me recogían, debo escribir y no puedo, recuerdo aquellos días salpicados en el año de viñas y vinos, me acuerdo de ti…..Siempre me acuerdo de Tí.
Destapo una botella de nuestro vino, ruido suave de cándano. Suena Papito “Si tú no vuelves se secaran todos lo mares…..No quedaran más que desiertos….No habrá vida".
Resbala el vino en el cristal, sin prisas, igual que se ha hecho hay que tomarlo, espero a que respire y despliegue su abanico de aromas y sabores, en tanto, inclino la copa y veo tus ojos, esos ribetes azules rodeados de intensidad, la pasión del rojo, la seriedad del teja. Agitando, contraste y paradoja, cuando llora la cepa son lágrimas de vida, licor de nacimiento, en la copa lágrimas de dulzura, caricias de terciopelo y las mías, son un hueco, un vacío lleno de dolor.
¿Recuerdas cuando nos comparamos a los vinos? Demasiada pretensión, aquella tarde en La Portera, cuando el reverbero del sol maceraba en un silencio monástico, fueron sublimes; El blanco sorbía el verde de mis ojos y el acero de los tuyos, con un halo de frescura, recital de primavera… Y el rosado con burbujas de ironía, irrespetuoso y fragante, como los injertos que crecen descaradamente… Suena ahora Jhon Collins, sin palabras, sólo música, la bravura deportiva, la vegetación desparramada, esas manos a veces jóvenes, a veces con arrugas que espolvorean locura contenida, guían el ansia de crecer y orquestan una amable sinfonía como en aquel cava reserva, la efervescencia como las cosquillas que hace la chicharra era nuestra, equilibrio y armonía, seguro que no, su trago envolvente de pan fresco destilaba elegancia ¡esa es tuya! Quizás Gargoris descubrió aquí el tacto de la miel, mirando el collar de perlas, es curioso, juegan a empujarse las bolitas de alegría, se persiguen, a veces no se alcanzan.
Vuelvo a la copa, es como entrar en el paraíso, un salón de perfumes robados que atrapan, la plenitud de fruta conquista al más tímido de los olfatos y un eco pausado de especias, ¿Más pimienta que clavo?, discrepábamos, pero eso es lo bonito de la cata, expresar cada uno lo que parece sentir, como en aquel reserva con paseos de candiota, ¡como sabía de sabor! La bobal había hurgado en la tierra, la profundidad de las raíces era un adorno en los labios, un abrazo de sensación, debiera llamarse Argantonio, entre lo mítico, divino, real e imaginario.
La preciosidad del vino es que no está formulado, hay que escribirlo en cada cosecha y aceptar el reto de la lluvia y el calor y aceptar que cuando porta señorío es difícil definir, dar atributos y a veces, el catador se molesta.
Ahora paladeo un remanso de recuerdos… evoco el poema de mis 17: "No pretendas ser el dueño de la preciosidad y lo efímero de un sueño…. Haz prisionera la dulzura de sus notas pero no al cantor de la melodía".
Y mientras embriaga mis papilas esa huella de grasa, de aroma untuoso con el deseo de ser cansino, el brillo del pámpano y la sazón del fruto, pienso que quise dejar de quererte, dejar de beber y sigo amándote, sigo teniendo sed… de tu fragancia, tu sabor, tu bouquet.
"Uhhmmmm" como sabes, como hueles…..De nuevo Papito “te amare te amare”, más como el vino y nosotros éramos uno, le digo al viento por si lo oyes "os amare, os amare".


41. El vendimiador de letras
Aquel viejo escritor estaba cansado de hacer viajes en busca de la diosa inspiración. Había vislumbrado amaneceres polares donde la luz boreal parecía oro fundido en un campo de cristal. Sobre dunas se empapó del vacío sublime del desierto, en Nueva Guinea logró alcanzar la cima de una montaña y hasta fue perseguido por una tribu de caníbales Karowais.
Don Renato Calvino era un hombre de buena crianza que contaba con más de sesenta años a sus espaldas. Siendo tan sólo un joven de aterciopelado bozo consiguió publicar su primera y única novela, la cual se convirtió en la más leída de esa añada. Se tradujo a centenares de idiomas, muchos de ellos tan exóticos como el mandarín, el berebere o el guaraní. Sin embargo su carrera literaria se podría comparar con el descorche de una botella de champán francés: explosiva y fugaz. De manera que tras la borrachera de éxito a Don Renato le invadió la más mortífera de las resacas. Al principio estaba tan embebido en asistir a ceremonias y en recoger premios que no se percató de la huída de su numen. Con el tiempo comenzó una enloquecida búsqueda por hallarlo en los lugares más recónditos del mundo, y tras treinta años de sequía mental decidió que era el momento de rendirse.
Sin embargo su naturaleza luchadora le llevó a darse a sí mismo una última oportunidad. Para ello se desplazó una fresca mañana de otoño a su tierra natal y se hospedó en un señorial viñedo del Este de la región. Cada día disfrutaba con gran placer del buen vino que ofrecían aquellas cepas maduras al tiempo que reposaba su viejo cuerpo entre los solariegos muros de la hacienda. Sin embargo era incapaz de verter sobre el papel todo aquel fluido de sentimientos ¡Parecía tener el alma embotellada!
Era media tarde de un octubre rojo y Don Renato divisó que a lo lejos unos jóvenes se divertían pisando racimos de uva a la antigua usanza. La nostalgia se posó sobre el hollejo del anciano que recordando sus años mozos se arremangó los pantalones y saltó sobre el lagar. Sus cinco sentidos se impregnaron de los matices de la fruta fresca generosamente esparcida sobre el seco aroma de la madera de roble. Aquel escritor fracasado apretó fuertemente sus párpados y comenzó a pisotear los frutos con desazón y furia. De repente sintió la sangre correr por sus venas y todo el poso añejo que había estado acumulado durante años comenzó a fermentar. Las plantas de sus pies cobraron un intenso color morado y su dulzura se introdujo lentamente en cada poro de su ser. Aquella misma noche comenzaron a brotar hermosas palabras de sus yemas, derramando litros de tinta sobre el papel. De esta manera fue como Don Renato Calvino logró brindarnos su jugoso corazón en forma de letras y decidió echar raíces entre aquellos terrones para renacer en la literatura con cada cosecha.

42. Tú eliges
Había sido el capataz de aquella finca durante los últimos cincuenta años de mi vida. Mi santa madre que en gloria esté me dio a luz entre los viejos parrones de la hacienda. Nada más nacer mi cuerpo se llenó de barro, y bendecido por la brisa de la tarde llegué al mundo con alma de campo y con espíritu de tierra. Crecí entre nidos de jilgueros, soles de mediodías acompañaban mis siestas y madrugadas de luna clara guiaban los remolques de las cosechas. He regado con mi sudor sus hermosas viñas cada primavera. Recogí sus frutos en septiembres agradecidos y en otros de menos fortuna recolecté agracejos en vides secas.
Hoy tristemente y para desdicha de este pobre viejo me jubilo. Nunca quise pensar en este día pero finalmente ha llegado, pero lo que jamás imaginé es que algo así pudiera ocurrirme:
1-Opción: Nada más llegar al patio del cortijo me di cuenta de que algo extraño sucedía en su interior. Atravesé con cautela el portón principal de la entrada y fui recibido con aplausos por todo el personal de la finca. El propietario sin más preámbulos me dio un papel y un bolígrafo para que lo firmara sin rechistar. Hice una marcada X ya que tenía plena confianza en aquel joven que me consideraba más como su padre que un empleado fiel. Pensé que serían los últimos papeles para conseguir mi temida jubilación. Hoy día soy el dueño de todo el latifundio. Agradecido pasaré mis últimos días en la tierra que me ha amamantado con su salvia y que brotó en mi interior sus semillas.
2- Opción: Nada más llegar al patio del cortijo me di cuenta de que algo extraño sucedía en su interior. Atravesé con cautela el portón principal de la entrada y al llegar vi a todo el personal de la hacienda reunido. Sus semblantes tristes me mostraban que algo nefasto sucedía. Finalmente me explicaron que el propietario no había encontrado otro capataz que pudiera dirigir con tanta eficacia la finca y que por ello había decidido vender todas y cada una de las fanegas a diferentes propietarios. Se despedirían a los operarios en cuanto acabara la época de recolecta. Recapacité que los pesares siempre pueden ser mayores que los que uno se imagina.
3- Opción: Nada más llegar al patio del cortijo me di cuenta de que algo extraño sucedía en su interior. Atravesé con cautela el portón principal de la entrada y al llegar observé que un grupo de mujeres lloraban desconsoladamente, mientras que un grupo de hombres paseaba en círculos con semblantes serios y adustos. El propietario estaba sentado en una silla con carácter abatido. Le pregunté qué ocurría pero no me respondió. Me acerqué un poco más hasta llegar al centro del salón. La atmósfera era densa y el calor casi insoportable. Gruesas cortinas rojas impedían la entrada de un sol de justicia. Bajo la penumbra observé boquiabierto un ataúd que exhibía mi propio cuerpo.


43. UN VINO ENTRE AMIGOS
El sol de la tarde, inundaba la habitación dándole un aspecto luminoso y acogedor.
Antes de colocar el equipaje, me asomé al balcón. Cerré los ojos y llené mis pulmones de aquella brisa calida que envolvía el aroma de las uvas recién cortadas. De fondo, el sonido del agua, que discurría tranquilo resbalando como seda, entre las piedras del rio Magro.

Conocí a Sergio en la universidad. Él es valenciano de un pueblo de Requena, y yo de Madrid.
Su padre era viticultor de tradición, y él; un enamorado de su tierra, que describía como un verdadero paraíso para los sentidos. Escuchándole despertó en mi el interés por conocer aquel lugar que el hacía parecer único. Por eso cuando me invitó a pasar unos días allí y presentarme a sus amigos, no lo dudé ni un momento.
─ ¿Has vendimiado alguna vez? Me preguntó un día.
─ No. Contesté
─ ¿Que te parecería ir en Agosto a la fiesta de la vendimia en Requena?
─ ¡Me parece estupendo! Contesté entusiasmada.
Recordé con que añoranza me contó en una ocasión, cómo vendimiaba de niño, hasta tal punto que en algún momento me hizo sentir el frescor de las uvas bajo mis pies descalzos.
─ Cuando era niño, ─ dijo reflejándose en su rostro, el entusiasmo de la infancia ─ mi abuelo me llevaba a recoger las uvas, él sabía muy bien cual era el punto justo para cosecharlas. Me enseñaba a cortarlas con cuidado, para luego desechar las verdes y las dañadas, y así; solo dejar las que estaban en perfecto estado para depositarlas en el lagar.
Recuerdo como me quitaba ansioso los zapatos, para lavarme los pies antes de comenzar a pisarlas y sentir el frescor resbalando entre los dedos hasta dejar una masa pegajosa de pepitas y piel, que inundaba todo con ese olor agridulce del mosto recién hecho.
San Antonio ─ decía con orgullo ─ es un pueblo pequeño pero el paisaje y sus gentes, tienen la alegría que da tomarse un vino entre amigos.
La verdad, es que me había hablado con tanta cercanía del pueblo y su entorno, que cuando llegué todo me resultó tan familiar, que incluso la centenaria casa rural en la que me hospedaba me resultó tan acogedora como la mía propia.
No sabia cuanto tiempo llevaba acodada en el balcón, cuando unas gotas mojaron mi cara y me di cuenta que una fina lluvia comenzaba a caer, ahora el aroma de las uvas mezclándose con el agua era más intenso y fresco.
Miré el reloj. Ya eran las ocho, me puse una chaqueta, y bajé al salón. Sergio no tardó en llegar con todos sus amigos.
Sus ojos azules y su pelo castaño me parecieron más claros que nunca. No era guapo; pero su cara no había perdido aquel encanto especial de la niñez, que a mí tanto me gustaba.
Se acercó y me dio un beso, que casi quedó suspendido en el aire envuelto en un: “Me alegro que estés aquí “. Un dulce escalofrió me recorrió el cuerpo al notar su tibio aliento en mi cuello, mientras sus manos sujetaban mis brazos con suavidad.
Así fue como a través de aquel viaje; individual y colectivo por el camino de la uva, comenzó en mi vida una nueva y bonita historia.



44. Siglos de Vino
Petrificado de miedo, Rodrigo esperó para que se alejaran las enormes sombras con antorchas, recogió las estacas de las vides que había cortado y dio la señal a sus compañeros – tres silbatos cortos y agudos. Los dos hombres giraron rápido la cabeza hacia él y empezaron a retirarse. ¡Vaya locura! Estaban en territorio búlgaro y si los pillaban, seguro que no se salvarían fácilmente. Y además ¿que dirían? Esta gente castigaba a los ladrones con cortarles una mano…A principios del siglo IX d.C. tales castigos se consideraban justos. Pasaron con cuidado por el agujero de la muralla, se dirigieron hacia los caballos y, todavía temblando, se fueron a toda prisa.
Rodrigo Utolio era un soldado de reconocido mérito y participaba en muchas misiones diplomáticas, viajes de negocio y batallas. Vivía en una aldea a un día de camino del mar en la región de Balansiya* donde cultivaba con su padre y sus hermanos los viñedos familiares. Hacían buen vino, eran gente noble y todo el mundo les conocía y respetaba. Rodrigo tenía la costumbre de llevar a casa vides de todos los rincones del mundo que visitaba. Lo único que le quedaba era plantar algunas de las tierras de los búlgaros donde el rey – “khan”, como lo llamaban ellos – había prohibido a su pueblo beber vino y estaba erradicando los viñedos. Se lo contaron sus compañeros bizantinos**, pueblo vecino. Esta era su quinta misión allá y hablaba bien el idioma. En principio ni siquiera creyó la historia pero con el tiempo se convenció de que era verdad. Quedaban solo unas cuantas hectáreas con viñas cuyas uvas eran tan buenas que el khan Krum*** no se decidía todavía a eliminar. Por suerte, el lugar se encontraba cerca del cuartel de Rodrigo en la zona fronteriza con Bulgaria y esta noche, saltándose todas las advertencias de los bizantinos, junto con dos de sus hombres, se adentró en la región Zagore y cortó unas cuantas estacas. No paraba de pensar qué podría obligar al khan de los búlgaros a imponer aquella ley - ¿de verdad ese pueblo bebía tanto que perdía el control? Le hubiera gustado preguntárselo al soberano pero sabía que esto era imposible y tal vez nunca obtendría respuesta a su curiosidad. El vino era una bebida mágica, acompañaba a la gente desde tiempos inmemorables y los pueblos antiguos lo consideraban la bebida de los Dioses. Se bebía por alegría pero también para sofocar las penas… Por lo menos consiguió las vides… El barco salía dentro de dos días y ya podía volver a casa contento. …Todavía tenía delante de sus ojos las sombras de los soldados que hacían la ronda…Menos mal que todo terminó bien, el riesgo no era pequeño. Pero en fin, todo en la vida es un riesgo y éste merecía la pena – igual que merecían la pena sus largos viajes fuera de casa, porque ahora podría construir su propio hogar y dedicarse a su pasión por el vino. Ya tenía el nombre para su pequeño castillo – se llamaría Radéna –como la bella doncella, que encontró en la Corte Bizantina en su último viaje… Le prometió llevársela con él la próxima vez.
… El alma aventurera de Rodrigo y su afán por conocer a nuevos pueblos le impulsarían a seguir viajando, esta vez para hacer conocer “la bebida divina” de su querida tierra. Con los siglos Radéna se convirtió en Requena y Utolio en Utiel pero lo que no pudo cambiar el tiempo es la calidad de los vinos de esta bendita región.

* Balansya – el nombre de Valencia según las fuentes árabes de aquella época
** Imperio Bizantino – la parte oriental del Imperio Romano que se separó de Roma en el s. IV
*** Khan Krum (802 - 814 d. C.) – emblemático khan búlgaro que introdujo en el país las primeras leyes escritas respecto a la propiedad privada, la organización administrativa, los robos, las mentiras, las calumnias y etc. La más polémica fue la prohibición de beber vino para evitar las borracheras. Obviamente, en esto fracasó y tanto…




45. COMPOSICIÓN II CON AZUL
Agrupados frente a uno de los lienzos, el grupo escuchó con atención la apasionada explicación del guía:
-Y aquí… ¡Una obra de Piet Mondrian! Se trata de uno de sus creaciones extremas. Observen el juego vertical que estrecha súbitamente las líneas negras. Mondrian aprieta pensando casi al milímetro. Fíjense en la que parece una aleatoria combinación de rectángulos, cuadrados, franjas… Intercalados en rojo, amarillo y azul… Aunque no lo parezca, todo tiene un sentido. Representan el movimiento del espacio en el que sería un endeble castillo de naipes, de vida… ¿Proseguimos?
Desplazándonos a un nuevo cuadro, mi abuelo me habló bajito:
-¿De qué castillo hablaba? ¿Tú has visto algún castillo?
-No, no he podido verlo. Me estaba imaginando en un día de sol radiante, sentado en el jardín de la casita rural en la que estuvimos hace unas semanas. Observando las plantaciones de viñedos, sus pequeños racimos colgantes, el vuelo de una abeja… ¡Degustando una copa de buen caldo de Bobal!
Abriendo los ojos de par en par, mi abuelo espetó:
-¡Vuelvo a él!
-¡A Utiel-Requena, dirás!
-Eso. A esa comarquita valenciana.
Plantado de nuevo frente a los cromáticos trazos del cuadro, sonrió la nueva ocurrencia de su nieto:
-¡Salud, abuelo!



46. LUGARES MAGICOS

A veces, al visitar una ciudad, un pueblo, una aldea, en un punto determinado, tenemos la sensación de haber estado antes allí, como si fuera algo conocido, y nuestra mente retrocede en el tiempo y una sensación de irrealidad nos embarga.
Algo parecido me sucedió a mí el verano pasado, estaba visitando la zona vinícola de Utiel-Requena siguiendo la ruta del vino, cuando en un precioso pueblo y frente a una gran mansión tuve esa sensación tan conocida y que siempre es preludio de aventuras y descubrimientos.
Tras observar detenidamente el edificio y dar dos o tres vueltas por los alrededores me convencí de que mi primera impresión había sido acertada: estaba frente a un lugar mágico.
Seguí los pasos habituales, primero fui al bar mas cercano donde pregunté por la iglesia, el párroco, el ayuntamiento y todos aquellos sitios donde me pudieran dar información sobre el pueblo, su historia, tradiciones, leyendas, especialmente referidas a aquella casa.
Mi experiencia me ha enseñado que hay lugares especiales en torno a los cuales se construyen edificaciones que mas tarde serán pueblos, y años y siglos después esos lugares siguen habitados, se tiran casas y se vuelven a construir sobre las ruinas, por eso no es raro en las excavaciones encontrar restos arqueológicos de miles de años de antigüedad.
Efectivamente, el pueblo era muy antiguo y la mansión estaba construida sobre los restos de un palacio de la edad media, o al menos, eso es lo que cuentan los mayores del lugar, todos terminaban remitiéndome a “casa de la abuela” por ser la mas enterada de costumbres, tradiciones y leyendas de toda la comarca de Requena, especialmente de la aldea de San Antonio.
Estaba sentada en una silla baja frente a la puerta de su casa tomando el fresco, se la veía muy mayor, de cuerpo pequeño y delgado, con unos ojos muy vivos que transmitían paz y serenidad. Me ofreció una silla a su lado y se dispuso a contarme la historia de esa casa.
“Esa casa tan bonita, con tantos balcones, ha sido rehabilitada no hace mucho tiempo, la han restaurado y ha quedado preciosa, mas o menos como tenia que estar cuando la construyeron, hace mas de cien años. Pertenecía a una antigua familia dedicada al cultivo de la vid y a la posterior elaboración del vino.
Mi abuela contaba una leyenda, trasmitida de generación en generación, sobre ese lugar. Dicen que donde hoy se eleva la mansión existían los restos de un palacio muy antiguo, de antes de la reconquista, donde vivía una dama más bella que el sol. Sus familiares se dedicaban a la producción de vino y de ellos aprendió el delicado cuidado de la vid y el mimo en la elaboración del mejor vino de la zona y quizás de toda España.
Parece ser que hubo una bonita historia de amor entre la dama y un caballero musulmán, este tenia la misión de destruir todo el vino de la comarca, pues para ellos es algo abominable y probarlo tan solo es pecado que les impide ir al paraíso. Enamorado de la dama, su amor le llevó a renunciar a su religión, a su Dios y a su rey y hacerse cristiano. Pasò a defender los viñedos y el vino, no solo de su amada, sino de toda la región.
Es interesante comentar que no se sabe a ciencia cierta si lo que le conquisto fue la belleza de la dama o el maravilloso sabor del vino, lo cierto es que desde entonces, en ese lugar, cada vez que se descorcha una botella de nuestro vino vuelven a producirse bellas y románticas historias de amor, puedes comprobarlo por ti misma, vuelve con tu pareja y bebe nuestro vino, veras lo que sucede, no te arrepentirás.”



47. El señor José
Conocí al señor José cuando contaba unos trece o catorce años. En la imprenta él estaba a punto de jubilarse. Recuerdo sus añoranzas relacionadas con su tierra de nacimiento, Utiel. A veces, amenizaba algunos ratos de tertulia en los que se mostraba muy sensible cuando referenciaba algunas cancioncillas de su tierra y que rememoraban su edad más temprana. Yo seguía todas estas cosas entre un poco atónito y asombrado por las historias, verdaderas historias según él. Situadas en un tiempo ya lejano notándosele con mucha añoranza por su pueblo, a la vez que esperanzado por el hecho que dentro de poco, una vez jubilado, volvería a Utiel a descansar y disfrutar de una merecida jubilación.
Había tertulias en las que él, el señor José, hablaba de "crianza, roble francés, taninos, bouquet, tempranillo, polifenoles, acidez, cata, coloración, maridaje..." y muchas más expresiones que yo fui descubriendo después -y confirmando- cuando ya me hice adulto.
Así transcurría el tiempo hasta que llegó el tan ansiado día en que le comunicaron su próximo cese en la actividad laboral de la empresa. Con alegría por un lado y hondo pesar por otro -su vida laboral terminaba por imperativo de las leyes-, aquél día nos hizo saber que nos prepararía un día de confraternidad en su pueblo, Utiel, en el que el gasto correría por su cuenta. Habrían buenas viandas y buenos caldos para festejar tan marcado acontecimiento, a la par que nos enseñaría su querido pueblo.
Él tenía una vieja casa en los alrededores del pueblo, en otro tiempo había sido bodega y lugar donde pisaban el vino. Había cantidad de instrumentos desconocidos colgados por las paredes. En el almuerzo nos referenció un caso en el que siendo niño, alguien le dió a probar el líquido que corría por una especie de reguero y que salía del lagar donde se pisaba la uva. Él, tan feliz aceptó la invitación y tomando un cuenco sorbió de aquél caldo que corría por el suelo. Dulce, muy dulce. Le gustó tanto que repitió una y otra vez. Los hombres de entonces le dejaron beber de aquello, con el consabido resultado y la socarrona broma, pues aquello era mosto, con el que cogió un mareo de un par de narices. Aquello nos hizo reír a todos. Entonces, me acudió a la mente que siendo yo niño también alguien me gastó una broma parecida el día que, junto con mi padre, visité a un familiar que tenía viñedos en una zona que ahora no recuerdo.
Cuando he sido adulto y he aprendido cosas del vino y su entorno, han acudido a mi mente estas experiencias, y que en el devenir de los años he recordado siempre con mucho cariño, a la vez que añorado la oportunidad de volver a revivirlas y dejarme llevar por gentes que saben de viñedos y que transmiten esta cultura -arte, diría yo- a las generaciones venideras. Entrar en una casa, con ese olor tan característico, donde se hacen cosas como llenar botellas con caldo que ha estado durmiendo en la penunbra con el único objetivo de agradar y regalar sabores al paladar, sabores artesanos, sí, siendo la bebida por excelencia que comparten desde el más pobre hasta el rey. Sí, sabores hechos con paciencia al amparo de las leyes naturales, con el cómputo de las lunas, con la vendimia seleccionada al amanecer, procurando una temperatura constante, con la madurez precisa, bajo la serena mirada y la protección al tacto de unas manos con la piel arrugada y quemada por el sol como único garante de todo un proceso que desemboca en ese producto final que tanto nos agrada a los que de alguna manera sentimos todo esto, con la reverencia de algo que sólo unos cuantos hombres son capaces de hacer.
Ahora, cuando todo es más fácil, más moderno, más al alcance de casi todos, siento un gusanillo que me lleva a esos escenarios que tuve la suerte de vivir y de compartir con unos hombres honrados y llenos de generosidad a los que quisiera homenajear sólo con el respeto y admiración por un proceso que ha dado vida y nombre -buen nombre- a una tierra que hoy es garantía de futuro y agradecimiento por parte de todos.




48. Merecido descanso
No puedo seguir así. Tanto trabajo me está agotando. Está afectando a mi vida privada. Va a echar a perder hasta mi relación con Sonia y ella no se merece esto. Empieza a estar cansada de que esté todo el día en la oficina, de reuniones, con los clientes…

Yo también quisiera estar más tiempo junto a ella…

Al menos este fin de semana será solo para los dos, adiós al trabajo. Por cierto, voy a desconectar el móvil, que nada interrumpa estos dos días, solo dos, pero quiero que sean inolvidables.

Mmmm, ¿Cuánto hacía que no respiraba aire tan puro? Merece la pena llegar hasta aquí, 280 kilómetros pero ¡Qué diferencia! Lejos del estrés, del ruido… Solo se oyen algunos pájaros piar y la brisa…

La primavera está espléndida en estas tierras, las cepas están brotando, inundando de verde el paisaje… ¡Es precioso!, y Sonia está encantada, ha sido una buena sorpresa. Se lo merecía, hacía tiempo que no salíamos a disfrutar del campo y esta tierra inundada de viñedos la ha emocionado desde que hemos entrado en la provincia, está disfrutando… Me encanta verla así…

¡Anda!, ¡qué detalle!, nos han dejado una botella de vino en la casa. Querrán que probemos los vinos de la zona. Vamos a ver… 100% Bobal… D.O. Utiel-Requena… Bueno, a ver qué tal se porta…

Picota intenso con ribete violáceo… bien cubierto… Muy bien. A ver en nariz… Mmmm, buena intensidad y mucha fruta, no está nada mal. Y la barrica muy bien integrada… Esperemos que no defraude en boca, vamos a ver…

- ¡¡¡Soniaaa!!!, ¡ven a probar este vino!
- ¡Ya voy!

- Estaba viendo el viñedo de enfrente, está precioso tan verde… Y se respira un aire tan puro… ¿De dónde has sacado esta botella?
- Nos la han dejado los dueños de la casa, para que probemos los vinos de la tierra. Denominación de Origen Utiel – Requena. Pruébalo, a ver qué te parece.
- Mmmm, muy bueno, ¿no?, ¿qué variedad de uva es?
- 100% Bobal, es la variedad autóctona de la zona.
- Nunca la había probado, y la verdad es que es un vino muy agradable. Tendrás que prepararme una buena cena para acompañar a este vino…
- Por supuesto. Este fin de semana tiene que ser especial.
- La casa está genial, muy limpia y ordenada, y muy bonita. Has elegido muy bien.

- ¡Sonia!.
- ¿Qué?
- ¿Te he dicho alguna vez que te quiero?...
-


49. DESPERTAR DE LOS SENTIDOS
He nacido y me he criado en un pueblo bañado por el del mar Cantábrico .En el que el aire frío y húmedo, sabe a sal y huele a costa. Su paisaje tiene el color de un verde fresco, y el sonido de olas resbalando en la arena.
Un pueblo de pescadores y de gente sencilla curtida por el viento del norte y la brisa del mar,
Es fácil describir esa maravillosa explosión de sensaciones cuando se han vivido o se sienten de forma habitual.
No conozco valencia, y del vino se poco más que llega a nosotros después de interesante proceso a través de la uva. Pero teniendo en cuenta que “El conocimiento tiene límites; pero la imaginación rodea el mundo” he decidido poner mis pocos conocimientos a disposición de la imaginación y a través de ella, hacer un viaje por tierras valencianas

En una ocasión, fui con un grupo de amigos a un teatro, donde el público, participaba en un juego, que nos permitía hacer un viaje a través del camino de la uva. .Nunca había tenido ocasión, de experimentar las sensaciones de las gentes vendimiadoras, por eso, después de esta gratificante aventura colectiva, pensé que sería bonito poder vivir este recorrido en tierras de viñedos.
Hasta ahora, no ha podido ser de forma física pero…. ¿Por qué no de forma imaginaria?....

Cuando llegamos a San Antonio nos pareció estar en otro mundo, aquel pueblo, peculiar y tranquilo impregnado del frescor de las uvas aún en las viñas, nos llenaba de curiosidad por vivir una nueva experiencia.
Entramos en la casa rural en la que nos hospedamos. Sus dueños laura y Ángel, gente amable y sencilla, nos enseñaron aquella casa centenaria cargada de historia, ahora rehabilitada y acondicionada respetando la memoria de quienes pasaron, dejando su esencia entre las vigas de madera y los numerosos ventanales que hacen de ella una casa señorial, luminosa y acogedora.
Desde los balcones, pudimos ver la vega del río Magro que daba frescor, a la brisa calida de aquellas tierras.
Paseamos entre viñedos, tomando parte en las labores de los viticultores y disfrutamos de la cata de vinos en las bodegas, donde el aroma a fermentación, y la ebriedad del ambiente, dan libertad al aire y te permite disfrutar del alegre y desenfadado entorno.
Después de los vinos, y acompañados por el olor y los chasquidos de los sarmientos quemándose en la barbacoa; disfrutamos de un sin fin de sabrosos platos tradicionales, que abrieron nuestro paladar a deliciosos y diferentes sabores, acompañados por un buen maridaje en el que ninguno de los dos sabores sobrepasa al otro.
Para terminar este viaje, nos sumergimos en un placentero masaje, en el que cada poro de la piel impregnado y arropado por el fruto de la vid, nos hizo sentirnos como viajeros bien recibidos en tierras valencianas. Despertando los sentidos, a lo que algún día; puede ser una realidad.



50. Navegando por la DO Utiel-Requena
Todo empieza cuando se descorcha una botella de vino. La brisa acompañaba su aroma, que una vez más abría las puertas de la imaginación. Navegas por sus aguas bajo una sensación de alivio que impregna cada movimiento de la garganta. Sus olas golpean el paladar una y otra vez, transportándonos al inmenso mar que baña cada rincón de sus tierras. Al igual que cada travesía es una aventura, cada sorbo nos permite descubrir los secretos que esconden cada una de sus vides. Unas vides trabajadas como los más antiguos pescadores para conseguir el mejor fruto de la mar. Con paciencia, cariño y respeto. Un fruto disponible en cada añada para todos aquellos que valoran los productos que nos dan la mar y la tierra. Cada bodega de la Denominación de Origen Utiel-Requena nos alumbra el camino de la Ruta del Vino como cada faro que guía las travesías de los marinos.
El mar y el vino, el vino y el mar. Dos mundos que cada día vamos descubriendo de la mano de los que lo aman. Y es que, la comarca Utiel – Requena puede presumir de tener uno de los mares más intensos y propios, sus vinos.



51. Reserva del 2006
Mientras nos tomábamos la primera copa de vino me dijo que le gustaba mucho.Que deseaba conocerme un poco más.Que deberíamos pasar más tiempo juntos porque a lo mejor … quién sabe …
Nos conocimos chateando por Internet.Quedamos en vernos en su ciudad aprovechando mis vacaciones.Salí de mi pueblo del Norte una mañana de otoño.Cuando llegué a mi destino el sol se estaba poniendo adornando con reflejos dorados los altos viñedos que, como soldados inmóviles, formaban en interminables hileras que se perdían en el horizonte.Habíamos quedado en un bar de Utiel.Después de saludarnos con un par de besos nos sentamos en una de las mesas.Me habló de los caldos de la zona ,de la uva Bobal ,la que había resistido a la plaga de la Filoxera, el temible insecto que casi acaba con los viñedos. Quedamos en visitar algunas bodegas al día siguiente.Así lo hicimos.La cata resultó un éxito, repetimos en casi todas.Yo me compré unas cuantas botellas del mejor vino .Cuando terminamos me pregunté cómo lograría llegar a mi posada .
-No te preocupes –me dijoCarlas-.Nuestros vinos son tan buenos que no producen resaca.
Volvimos a reencontrarnos en mi ciudad un fin de semana. Sentados en la alfombra de mi salón, al calor de la chimenea encendida, desnudos y cubiertos con una manta, me confesó que me quería, que las horas conmigo le parecían segundos ,que la noches a mi lado eran como melodías encadenadas que sonaban en perfecta armonía con el ritmo de mi respiración.
-Daría cualquier cosa por no tener que separarnos más-.Le dije con lágrimas en los ojos.
-Te estaré esperando todos los días frente a la pantalla del ordenador-. Dijo al despedirse de mí.
Nuestros chateos fueron abundantes e incendiarios al principio.Hasta tal punto que las teclas del ordenador quemaban mis dedos.Pero un día la pantalla permaneció vacía de palabras.Intenté contactar con él llamándole al móvil que me contestaba que estaba apagado o fuera de cobertura.
Un día, transcurridas varias semanas, tuve noticias suyas.Las palabras se agolpaban ante mis ojos y tuve que leerlas varias veces para comprender su significado:´´Lo siento mucho,he conocido a una chica y estamos saliendo juntos .Espero que con el tiempo consigas perdonarme y podamos seguir siendo amigos´´. Me dejé caer en el sofá del salón. La chimenea estaba apagada .Sentía frío en el interior de los huesos, en mi estómago, en el centro de mi pecho.Me levanté y cogí una botella de vino.La mejor,la que guardaba para una ocasión especial.Me la tomé a su salud hasta la última gota.Reserva del 2006 ,una buena cosecha.Al menos sé que mañana cuando me levante del sofá no tendré resaca.



52. Paula, la catadora de vinos más romántica de Santander, Utiel y Madrid
Me llamo Paula, Paula Rosedal, soy una catadora de vinos muy famosa y con gran prestigio, tengo 31 años y vivo en una casa rural alejada a 17 Km. de Utiel. Muchos de vosotros creeréis que soy afortunada, pero no es así. Yo soy feliz, pero digo eso porque no puedo decir que no soy feliz ya que hay gente que se está muriendo en África por no tener agua potable ni nada para comer. En cambio, mi tristeza se debe a que no tengo una pareja sentimental con la que compartir mi vida, mis sentimientos, mis emociones, mis aficiones…Para algunas personas esto no es exactamente un problema pero para mi si.

Es la tarde del 17 de diciembre, estoy tumbada en el sillón viendo la tele y de repente, veo un anuncio de un programa de televisión en el que se puede conseguir pareja. Pensé que hasta que me escogieran pasarían millones de años así me lo pensé mejor y decidí no participar. Al cabo de un rato, el anuncio volvió a aparecer, entonces pensé que alomejor el destino quería que me apuntara al concurso. Me apunté el número y llamé enseguida y me atendió una voz masculina muy amable, me comunicó que el próximo día 21 de diciembre podría ir a concursar. Me pareció muy buena idea ya que tendría el suficiente tiempo como para prepararme para ser una chica sofisticada, una chica que no le tiene miedo a nada, una chica valiente y una chica perfecta.

Al día siguiente, hice la maleta y me dirigí a la estación de trenes de Valencia y cogí un tren en dirección a Madrid. Estaba emocionada porque creía que esta si, esta si seria la oportunidad en que conseguiría un novio. Me relajé y disfrute del viaje que iría a llevarme al camino de la felicidad amorosos.

En el concurso todo salio a pedir de boca, no solo conseguí una cena romántica con el chico perfecto sino que también conseguí una noche de felicidad con el chico perfecto. La noche fue muy romántica, no se que tenéis en la mente cuando digo estas palabras pero solo se que fue una de las noches mas importantes de mi vida. El chico se mostró encantador conmigo, se llamaba Manuel, Manuel Villasrada. Era de Santander, se dedicaba a la fotografía desde muy pequeño y lo más importante es que su vino favorito es el rosado, como el mío. La cena fue divertida y me dijo que algún día le gustaría visitar la Bodega Noble. Y ese día sería, concretamente fue el 24 de diciembre. Fue un día magnifico, Manuel paso todas las Navidades conmigo en mi casita rural y lo mejor de todo fue que compaginamos a la perfección.

Dos semanas mas tarde, nos mudamos juntos a Barcelona


Ahora tengo 36 años, dos hijos, María y Víctor, un marido con el que puedo compartir mi vida, mis sentimientos, mis emociones, mis aficiones… y sobretodo ahora si soy feliz.


53. Letargo
Cuando abrí los ojos todo seguía oscuro. Algo desorientado mire a mi alrededor y contemple a mis semejantes, tumbados en sus aposentos ligeramente inclinados no parecía que fueran a decir algo de inmediato, aguardaban su hora en la más absoluta paz y silencio. No estaba dispuesto a ser el pez muerto que sigue la corriente del río, acababa de alcanzar mi madurez y deseaba disfrutar de mi recién adquirido cuerpo.

Como hacerlo fue la pregunta que me atormentó durante los siguientes días, tanto acaparó mis pensamientos que en un principio ignoré los murmullos que a mi alrededor empezaban a sonar. Finalmente me rendí a la evidencia de que no estaba solo, todos mis compañeros de oscuridad comenzaron a despertar interrogándose unos a otros acerca de su naturaleza y fin.

Cuando aquel día de primavera se encendieron las luces todos callamos al instante, como si nuestros pensamientos estuvieran conectados al interruptor que encendía las luces de aquel lugar oscuro y húmedo. Los pasos resonaban en aquella covacha con un eco sordo, y un hombre de mediana edad acompañaba aquel sonido intermitente. En cada pausa podía escuchar como aquella presencia nos seleccionaba aparentemente sin ningún criterio, ya que a mi parecer todos éramos iguales.

Atrapado por la curiosidad apenas logre advertir el momento exacto en que me extrajeron de mi cuna y fui introducido en otro recipiente que se oscureció al momento.

Cuando la luz volvió a reflejarse en mi me encontraba en un lugar completamente distinto del que había venido y para más inquietud un extraño se abalanzaba sobre mi con una navaja en la mano. Me agarro y secciono mi cuello para después perforar mi cabeza. No deseaba morir, no hasta haber podido disfrutar de todo aquello con lo que había soñado en mi oscuro retiro pero parecía evidente que mi hora había llegado. Note como mi sangre se derramaba y cuando expiraba logre sentir la satisfacción, el deleite de los sentidos y el placer que producía en aquellos personajes que estaban acabando con mi vida. Fue entonces cuando supe para que había nacido, encontrando sentido a mi existencia….seducir vista, olfato y gusto.


54. Mis primeras experiencias con el vino
Te conocí,
con una copa de vino en la mano.
Olor, sabor, aliento.

Vino tinto, vino blanco,
no me mientas amor,
que aquello no fue más que un sueño.

Cada sorbo un mundo,
cada vino una vida,
cada vida en un racimo.

Sangre en tus ojos al beber
y mis labios rosados,
espuma y traición…
por no saber saborear.

Me llamaste universo
y escribiste mi nombre
mojado en vino.

Cada vino un mundo,
cada sorbo una vida,
tu vida y la mía
en un racimo.

Tantos años esperando a ser bebido,
tantos años anhelando unos labios,
tanto años…terminaron en un instante.

Dulce, generoso, natural, seco.
Amor fermentado en zumo de uva,
sexo a temperatura corriente,
duración del proceso: demasiada aireación.

¡¿Nuestro amor?!
Nuestro amor quedó en eso:
vinagre, uva pasada.





55. Un regalo muy especial
Le acarició la cara con suavidad .Introdujo sus dedos entre sus cabellos negros y le atrajo hacia sí.Los ojos de él permanecían fijos sobre los suyos.Sentí un escalofrío.Me recordaron a los de una serpiente atrayendo a un pajarillo antes de devorarlo.
-Coge de mí lo que desees.-Dijo ella con voz apagada.
El no contestó, se limitaba a contemplarla con una sonrisa feroz.Después acercó su boca a su cuello blanco y suave lanzando un grito de placer que resonó en toda la bodega.Yo permanecía agazapado tras unas grandes barricas incapaz de reacccionar.El extraño ser se apartó de mi mujer .Sus enormes colmillos ensangrentados retrocedían en las encías mientras en su cara se dibujaba una sonrisa animal.Acto seguido se acercó a una estantería y la miró .Ella asintió sonriendo ,sus ojos brillaban como poseídos por una extraña enfermedad.Estuvo unos segundos contemplando las botellas de vino y eligió una ,la que pertenecía a la mejor cosecha de la historia de mi bodega.Abrió la ventana ,saltó por la misma y se perdió en la noche sin luna.
Me quedé como hipnotizado,no podía dar crédito a lo que habían visto mis ojos.Estaba allí en medio de la noche porque uno de mis empleados me había advertido de que faltaban varias botellas de vino de reserva.Al principio no le di mayor importancia, estaba convencido de que se trataba de un error.Pero debido a su insistencia decidí ir a echar un vistazo.Cuando me hube repuesto de mi sorpresa le pregunté a mi mujer:¿Porqué me has hecho esto, como has podido ...caer tan bajo, eres...de lo peor ...eres...No pude terminar, caí llorando sobre mis rodillas como un niño pequeño.
-¿A que es un hombre fascinante? –me preguntó mientras se alisaba la ropa y me miraba con una sonrisita de desafio.Se aproximó hacia mí con lentitud.Su rostro estaba pálido y contraído.Retrocedi sintiendo una extraña repugnancia.
-No lo lamento por tu persona ,sino por las botellas que le has regalado,un tesoro para cualquier bodeguero.Le grité hirviendo de cólera .
-Todo se lo daré,todo ,porque él me lo ha pedido .Me ha pedido lo mas importante en su vida ,mi sangre y tu vino. Me lancé sobre mi mujer en un impulso irrefrenable.Tenía que matarla ,borrar de su rostro aquella sonrisa. Pero,ante todo, quería evitar que mi tesoro desapareciera para siempre.La cogí por el cuello y apreté, apreté cada vez más fuerte, hasta que sacó la lengua y sus vértebras crujieron entre mis manos.Después su cuerpo se escurrió hasta el suelo.Entonces la solté.




56. DIAS DE VINO
No podíamos decir que fuera a gusto a su pueblo, no había ido desde hacia años, y en realidad no recordaba casi nada de él. Pero la llegó la noticia de que su abuelo había muerto, y que seria su entierro en dos días. Además debía arreglar todos los papeles. Y estaba en la obligación de ir, sintió que era lo mínimo que podía hacer.
A Alicia le había criado su padre en Madrid. Desde que su madre murió, cuando Alicia tenia siete años, no había vuelto a ver a su abuelo materno, ni, ya le vería.
Además, sentía un especial rechazo hacia su pueblo, por una razón irrevocable, Alicia tenia alergia a la uva, y a todos sus derivados, y aquel pequeño pueblo valenciano era uno de los principales y más prestigiosos productores de vino.
Alicia pisó el acelerador deseando que pasara la semana entera de un plumazo, y pudiera volver a su tranquila, y perfectamente programada vida de Madrid. Tanto quiso pisar el acelerador que casi se salta él desvió.
No recordaba donde se encontraba la casa, así que después de dar una vuelta por el pueblo esperando recordar algo que le ayudará, decidió preguntar a un chico que paseaba. El chico, que aproximadamente tendría su edad, le miró atónito. Resulto que él vivía al lado de su abuelo, y le contó que su abuelo era un gran cuentista, y como, desde pequeño le contaba maravillosas historias de una valiente chica llamada Alicia.
A Alicia se le hizo un nudo en el estomago, no podía creerse que ella fuera tan importante para alguien a quien ella apenas recordaba.
Aquella noche el chico, que se llamaba Rubén, la invitó a cenar. Para cenar, el mismo la preparó pollo, con una copa de vino. Empezó a comer, y sin darse cuenta bebió vino, pero nada extraño ocurrió. No se la hincharon las manos, ni la salieron sarpullidos, ni manchas por todo el cuerpo, pero ella en ese momento no se dio cuenta. Sin embargo poco tiempo después descubriría que en realidad no tenia alergia al vino, solo había sido una forma menos dolorosa para su padre de evitar el tema de su madre, y sobretodo de no tener que volver al pueblo, que en cada esquina estaba el perfume de su madre, y que cada vez que se oía la puerta esperabas verla entrar canturreando. Eran demasiados recuerdos, quizás por eso inventara una excusa tajante para no volver allí.
Pero ahora ella no podía ni siquiera darse cuenta de que había bebido vino. Solo veía aquellos ojos color miel. Parecía mentira que tuviera que renunciar a sus principios instaurados por la gran ciudad de no mirar a los ojos a la gente, ya que ese chico, siempre miraba a los ojos, y si no lo hacia ella también se sentía incomoda. Aquel chico, cuando terminaron de cenar no la intento besar, como hubiera hecho cualquier otro, aquel chico la contó una historia preciosa, sobre los orígenes del vino en aquella comarca. Cuando termino la historia, fue ella, la que sintió que no quería moverse del lado de aquel chico nunca más, fue ella la que le beso, y le abrazo, y fue ella la que no volvió a irse del pueblo. Podríamos decir que se enamoró.


57. Ypocrás
Estaban deshijando las vides cuando oímos que habían prendido al Escaramujo. Metido en una jaula lo fueron paseando por los pueblos donde antes pasara a caballo. Algunos hombres le metían estacas entre las rejas, las suegras lo apredeaban. Tuvieron que matarlo antes de llegar a Requena, porque las mujeres que lo habían conocido: le llevaban vino especiado burlando la vigilancia, y torrijas sopadas en mosto dulce. Para hacer justicia con todos los pueblos por los que había pasado, lo descuartizaron y enviaron las extremidades a varios sitios para que fueran exhibidas con un letrero grabado: “¡Mujeres: esto queda del Escaramujo!”.
Dicen que trajeron su cabeza a la finca porque estuvo aquí una temporada, acogiéndose al derecho de cadenas: había cambiado la pena por el servicio en la vendimia. Lo clavaron frente a la puerta donde están cinceladas unas cadenas de piedra. Pero no se corrompía, aseguran que hacía amagos de sonreír cuando pasaban las mujeres, aunque fuera de lejos. Lo cierto es que a partir de ese momento el aroma que desprendía su sangre empezó a esparcirse como un aliento de vainilla y almizcle.
Una tarde, casi acabando la vendimia, pasé con otras mujeres muy cerca del Escaramujo: la más vieja dejó la aportaera en el suelo y se acercó a la estaca. Algunas mujeres habían atado su pañuelo al palo. La avisamos de que había pena de multa, pero fuimos detrás de ella para verle de cerca. El cabello, que otrora fueran bucles rubios estaba sarmentoso y opaco y le cubría la cara. Se levantó un poco de aire agitando los refajos de lanilla, y también le descubrió la cara. Le dijimos que no se arrimara más:
-Callaos, quiero ver si ha envejecido, como yo.-Pero tiene la piel fina, algo demacrada, no es de muerto. Sólo las salpicaduras de sangre seca mancillan la barba, a penas crecida, y los labios. ¡Era hermoso y joven!
Al día siguiente Evangelina se acercó al capataz y le pidió su azumbre de vino, igual que les daban a los hombres al acabar la jornada. El mayor empezó a gritar y todo el mundo se enteró. “¿Y dices que quieres el vino de la uva bobal, del que no está mezclado, no? –era enjuta y desdentada, y trabajaba mucho, por eso algunos hombres terciaron diciendo que ellos le darían su parte, otros decían que se lo diera el amo. Algunas mujeres decían que a nosotras nos deberían dar medio azumbre, por no ser iguales a los hombres. El capataz viendo mucho jaleo, mandó que le dieran medio azumbre por cada día trabajado: era casi una arroba, pero que se fuera de la finca. Y que si alguna más quería su parte, ya sabía lo que le tocaba. Otra mujer dijo que quería su parte. Y yo misma, dije que también.
Al día siguiente volvimos a salir las tres por la puerta de las cadenas. Evangelina decía que llevábamos un tesoro vivo en las boticas de piel. Yo temía que me pegara mi tía al volver al pueblo, la otra mujer decía que trasmudando con tanto calor en el pollino se fatigaría el vino y le saldría flor.
No imaginamos lo que Evangelina iba a hacer.: Al pasar junto al Escaramujo clavó en el suelo la azada de majincar, se sube al astil: Saca de la faltriquera el cuchillo corvo y lo mete entre la estaca y la base del cráneo. Atónitas: le ayudamos a envolverlo en el delantal y a subírselo en la cobana, sobre la cabeza. Se olía a violetas, a vainilla, a clavo…, Empezamos a sentirnos muy ligeras, sin cansancio. Evangelina nos dijo que iba a hacer ypocrás. “Compraré jengibre y clavo…tengo una tinaja reservada” reímos de buena gana. Paramos a ver la cabeza, a tocarla, yo quise darle un beso pero me dijeron que si lo hacía, los besos de los hombres del mundo me parecerían mermados, banales. Lo taparon de nuevo: “tu eres joven aún”, me decían para que me consolara. Antes de despedirnos le regalé mi vino.
No he vuelto a verla. Espero que hiciera el ypocrás,…y que yo lo llegue a probar alguna vez, antes de morir.



58. LA ULTIMA COPA
Mientras se va apagando el murmullo de una oración por Oriana recuerdo los años que ha permanecido nuestra amistad, intacta, pese a todos los contratiempos que nos ha deparado la vida.Comenzó en la infancia.Las dos estudiábamos en un colegio de Utiel.Yo era tímida y apocada ,la clásica niña que llora por cualquier cosa.Ella era valiente y decidida, con un brillo de desafió en sus ojos que echaban chispas de cólera cuando algún niño se burlaba de mi. Salía en mi defensa como caballero andante dispuesta a todo, incluso a pegarse con cualquiera.
Nuestra amistad continuó hasta que nos hicimos mayores.Yo comencé a salir con Joan y ,poco después, nos casamos.Me marché a vivir a otra ciudad y ella se quedó en casa de sus padres. A los pocos años Joan y yo nos separamos.Al principio lo pasé muy mal.Oriana nunca se casó , y cuando sus padre se hicieron mayores ella fué la que siguió cuidando de los viñedos y la bodega.Mi amiga me invitó a pasar una temporada en su casa hasta que me repusiera de la depresión en la que estaba sumida.Era la época de la vendimia. Me gustaba contemplar a los vendimiadores llenando sus cestos con racimos de uvas grandes y negras. Me refugié en sus brazos y en sus palabras de consuelo . En un ocasión ,por casualidad , sorprendí una mirada suya.Entonces comprendí muchas cosas . Una de ellas la razón por la que no había asistido a mi boda y su reticencia a hacerme una visita mientras vivía con mi marido.
Un día sentadas en el porche de su casa contemplábamos los inmensos viñedos que,como soldados, formaban en largas hileras que se perdían en el horizonte.Entonces le dije:´´Oriana, cuando sea vieja quiero vivir los últimos días que me queden aquí contigo.Contemplar juntas las viejas cepas retorcidas y tomarnos el primer vino de la cosecha aquí donde estamos ahora´´.
-Pasearemos entre las hileras de sarmientos y escrutaremos cada una de sus hojas para descartar cualquier plaga que pueda dañarlas.-Me contestó.
-Cuando ya no seamos tan jóvenes nos despertaremos cada día con el olor de las uvas maduras en el otoño.En las primaveras contemplaremos los viñedos de Utiel al atardecer cuando el sol, al ponerse, los tiñe de reflejos dorados-.Le contesté.
Al escuchar el sonido de la última paletada de tierra sobre la tumba de mi amiga salí huyendo del cementerio sin haber podido derramar una sola lágrima.Me subí al coche y arranqué.

-Mañana es la fiesta de la vendimia Oriana –dije mientras se me formaba un nudo en la garganta-,mañana volveremos a estar juntas de nuevo.Pero antes me tomaré la ultima copa de vino por nosotras.



59. Reencuentro entre viñedos
Levantarse por la mañana con la primera luz del día y sentir tras la ventana el suave aroma de una tierra que mezcla el relajado aleteo del viento sobre las hojas de los árboles con el movimiento sereno y acompasado de los cosecheros en sus labores es como volver a nacer. Nacer con el alma totalmente desnuda y con el desaliento de unas horas que pasan aletargadas al compás de los buenos momentos. Comenzamos a andar por estos senderos donde el tiempo se hace eterno y de repente tenemos consciencia de que hay en el ambiente una extraña sensación que nos invade y nos causa un ligero sobresalto. En realidad tan sólo es la añoranza al evocar unos espacios vitales que volvemos a pisar y que nos recuerdan gratas secuencias vividas en el pasado. Al instante, aquel sobresalto vuela alto y desaparece, como los pájaros que revolotean sobre nuestras cabezas y acaban por perderse en la lejanía. Levantamos entonces la vista y miramos al frente. En el horizonte, la palabra vino comienza a sacudir nuestros sentidos. Sí, estamos rodeados de viñedos, nos acosan, volvemos la vista y permanecen inmóviles, contemplando impasibles nuestro inmutable asombro. Mientras, el sol de la mañana aparece de lleno y ahora irrumpe con su vital incandescencia por cada una de tus esquinas. La tranquilidad nos asalta al tiempo que contemplamos con cierta pausa y sosiego un paisaje repleto de sensaciones encontradas. Y vuelve a aparecer una palabra: vino. En realidad, nunca nos ha abandonado, porque hablar de San Antonio de Requena o de Utiel es hablar de vino. Vino con mayúsculas, con todo el significado de una palabra que evoca tantas y tantas leyendas allá donde vayamos. En esta tierra, las bodegas se alzan como monumentos disfrazados de quietud inmensa tras aquellos pasillos donde descansa contemplativo el vino. Un vino que ve pasar los años, envejece, pero que permanece intacto al lento transcurrir del tiempo. Vino que construye su Historia, la de esta tierra, bajo los tejados y las amplias fachadas que moldean un paisaje teñido de colores repletos de armonía. Pero un color sobresale sobre el resto: el rojo granate. Rojo como el atardecer que nos brinda el mes agosto sobre tus plazas. Rojo como la sangre que brota en tus gentes al compás de un tiempo vivido con humildad entre apacibles jornadas y ratos de alegría. Pero sobre todo, rojo; como el color del vino que tiñe de identidad cada una de tus calles. Volver a ti es volver a la vida. Disfrutar de un sorbo a la luz de la luna, contemplar el paisaje desde Balcones de Oleana mientras la luminosidad de tus rincones duerme entre aristas escondidas. Amanecer unas horas más tarde. Ver de nuevo la luz del día. Volver a los viñedos. Renacer.


60. La búsqueda
Abandoné Balcones de Oleana con la primera luz del día y sin demasiada prisa comencé a naufragar entre tus calles. Estaba perdido, pero no pregunté a nadie dónde me hallaba. No hacía falta. Sabía que tarde o temprano acabaría por encontrarte. Estabas a un paso, como un jeroglífico abocado a ser descubierto sin demasiado esfuerzo. De repente, un almuerzo tras la ventana. La señora ofrece a sus comensales un delicioso plato de paella. Allí estás tú, amenizando y bendiciendo la mesa. Entonces siento la necesidad imperiosa de encontrarte. Salgo apresurado del casco urbano. Me pierdo por el campo. Desaparecen los edificios y las casas. Inundado de un ambiente natural, busco a mi alrededor la esencia de esta tierra y la encuentro reposando entre viñedos. Allí los cosecheros alzan la vista, me miran con absoluta y acogedora inocencia, me invitan a contemplar sus quehaceres cotidianos. El olor embriagador invade el ambiente y penetra a través de mis sentidos. Al final te encontré. Un racimo cuelga de una de tus viñas. Impasible, espera ser arrancado sutilmente por alguna de las dóciles manos que acarician a diario tus ramas y verdes hojas. Tarde o temprano, aquellas uvas fermentarán en próspero vino y se habrá producido una de las metamorfosis más bellas que se pueden contemplar. Por ese motivo estoy hoy aquí, para ver el resultado de largos años de esfuerzo y dedicación, para disfrutar a la luz de la luna de la belleza de una copa medio llena en plácida compañía. Brindo para que estos balcones sigan cobijando día tras día a transeúntes que como yo, desean encontrarte a tientas con el corazón.


61. LA FORJA DE UN HOGAR
Espoleado por la impaciencia, comienzas a pertrechar tu equipaje. Acordaste con tu ciber-amiga que os encontraríais por primera vez, el día del Pilar, en San Antonio de Requena, en una casa rural que ella había alquilado para la ocasión, llamada Balcones de Oleana. Aún no ha amanecido y ya estás abandonando el pueblo. Miras por el retrovisor y te topas con el humilde contorno de tu querido Villarta. La carretera se encuentra sembrada de tractores que arrastran remolques repletos de vendimiadores forasteros; éstos vociferan, cantan, te saludan e incluso alguno hasta te insulta cuando les adelantas con tu flamante vehículo. Esta imagen te retrotrae a tu niñez; empiezas a sentirte nostálgico y bajas un poco la ventanilla para oír los alaridos que un día tú también proferiste. Sientes como el fresco de la mañana raspa tu cara y, de golpe, te ves asaltado por gratos recuerdos que se tornan en presente. Con un realismo y una intensidad enajenadora, revives aquel maravilloso momento en el que, con tan sólo nueve años, fuera tu primer día de vendimia; Junto a toda tu familia, de camino a esa dichosa viña, que con tanto sacrificio compraron tus padres. Subidos en aquel viejo remolque, arrastrado por el aún más viejo tractor EBRO (que tan orgulloso conducía tu difunto padre), te ves arrebujado con recios harapos para la ocasión con los que, tapado hasta las cejas, te guareces del cortante aire de aquella gélida y gris mañana de manchego otoño. De repente, el enérgico bocinazo de un camión te devuelve bruscamente al presente y te advierte de que has estado a punto de irrumpir en su carril. Tienes la certeza de que no te has dormido pero, sin embargo, te invade la sensación de haber despertado de un maravilloso sueño. Meditabundo, echas un último vistazo a través del retrovisor y ahí está esa chimenea de la extractora de aceite, que desde siempre, lánguida en su vomitar de denso y blanco humo, te ha servido para localizar en la lejanía y desde cualquier punto cardinal al pueblo que te vio nacer y que tan maravillosa niñez te ofreció.
Son las ocho de la mañana cuando, a unos 40 km de Requena, decides parar a tomar café en un bar. En su interior te encuentras, en una inusual escena de caldeo para la época, a un obeso hombre que atiza el fuego de una chimenea repleta de gavillas y secas cepas. En cuclillas, con el fuelle avivando las llamas, de entre su jadeante respiración brota, entremezclado con un golpe de tos, un ronco y hueco “buenos días”. Restregándose los ojos con sus desabridos puños y con signos evidentes de haber inhalado de la espesa humareda de la leña recién prendida, se incorpora y de la barra trinca una botella de tinto “Alto Cuevas”. Tras servirse un “chato”, (en lo que pudiera ser una muestra idolátrica y de respeto al dios Baco), levanta la copa en repetidas ocasiones, mira a su trasluz y por fin saborea el purpureo fluido; y, apresurado, vierte en su boca hasta la última gota para concluir el ritual con un pretendido disimulado gargareo. “Este jodio humo me va a matar”, comenta. “¿Qué desea tomar?”. Permaneces en silencio, reflexivo y sorprendido por lo familiar de tan anacrónica atmósfera.
Tanta remembranza, te ha predispuesto sin quererlo a que, en un contexto como el que te espera en San Antonio, se inflame tu corazón, infecto por el virus de Cupido.


62. Herencia
Nunca estuvimos de acuerdo en algo, nuestro romance fue una
cosa alocada y de amor a primera vista. Nuestras familias fueron a
conocer la ruta del vino Utiel-Requena. Fue un paseo muy bonito donde recorrimos bodegas, viñedos y pueblos y alojábamos en la casa rural
hoteles, Nos encontrábamos a cada rato en los diferentes
paseos turísticos. Mientras nuestros padres cataban los diferentes vinos
de la región, aprovechábamos para mirarnos y sonreírnos, y así comenzó
todo. Nos dimos nuestros nombres y direcciones y quedamos en vernos
por ahí, después de terminada la ruta.
Cada año volvíamos al lugar y cada vez más nos enamorábamos,
y peleábamos, y nos reconciliábamos y así. Hasta que decidimos sentar
cabeza y anunciamos nuestro compromiso allí donde nos conocimos y
era que no, ahí mismo no casamos.
Ahora llevamos a nuestros hijos a esa región, y somos nosotros quiénes
probamos los vinos y son nuestros retoños quienes recorren los viñedos,
museos y bodegas, esperando que tengan la misma suerte de nosotros , la de conocer a su media naranja, tal como lo hicieron sus padres y era que no, también sus abuelos

8 comentarios:

  1. Hola los relatos 24 y 25, el corazón y la promesa, las palabras que sale entre los símbolos de mayor y menor no han salido publicadas, por favor quitar esos símbolos o los vuelvo a mandar ya que no se lee el texto y la historia así no tiene sentido! Por favor cambiarlo, gracias!!! saludos!

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  2. No se preocupe, en seguida los modificamos.

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  3. AVISO IMPORTANTE:
    Por error, el relato nº 27 (sin título) no aparece en la lista de la encuesta, por lo que hemos intentando modificarla para incluirlo, pero debido a la impaciencia de algunos lectores -que han votado antes de lo debido- no se ha podido modificar.
    Rogamos a las personas que están votando, que por favor nos dejen acabar el trabajo porque estamos actualizando los contenidos del blog, estará listo sobre las 21h. del domingo 3 de mayo.

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  4. Muchísimas gracias Laura, son muchos relatos y algunos muy buenos, gracias y que gane el mejor!!! saludos

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  5. Propongo a Laura que nos haga un precio muy especial un fin de semana a los participantes en este evento. Conocer gente distinta siempre es bueno ¿no? Un saludo.

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  6. Tomamos nota de la sugerencia y ofreceremos tarifas especiales para todos los que habéis participado porque reunir a más de 60 personas en la casa es imposible... es grande ¡pero no tanto!. Os informaremos. Gracias a todos.

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  7. Propongo que el jurado se lea TODOS los relatos a concurso y no solamente los diez mas votados.
    Si hubiera varios cientos, se entendería pero todos y cada uno han participado en este certamen con la misma ilusion. La diferencia es que unos tienen 200 amigos que pinchan su relato sin leerlo y otros que no se molestan en dar la paliza a nadie.
    ¿quiere decir que el de más amigos es mejor relato que el de menos amigos?
    Pues señores del jurado, se los lean todos y decidan de una forma mas justa que la que propusieron quiza por error en sus bases

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  8. El jurado de Balcones de Oleana, por supuesto que ha leído los 62 relatos presentados antes de subirlos al blog, sencillamente para cerciorarnos de que cumplían las bases. El sistema de votos está recogido en las bases del concurso, por tanto quien ha participado es porque las acepta. Había que buscar una fórmula para elegir el relato ganador y pensamos que podría ser una buena iniciativa. Le aseguro que hemos difundido el concurso entre numerosos medios de comunicación, portales y blogs relacionados con el vino, por tanto pueden votar personas expertas, ajenas al certamen, no sólo los concursantes y sus amigos. Esperemos que el resultado sea bueno, aunque somos conscientes de que no gustará a todos los participantes, esto es lo habitual. Le deseamos mucha suerte y para la próxima edición, intentaremos mejorar con las sugerencias que nos están aportando. Muchas gracias.

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